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Voto de AGF:
9
2004
J.J. Abrams (Creador), Damon Lindelof (Creador) ...
7,9
111.978
Serie de TV. Aventuras. Intriga. Drama. Fantástico
Serie de TV (2004-2010). 6 temporadas. 121 episodios. Historia de un variopinto grupo de supervivientes de un accidente de aviación en una remota isla del Pacífico aparentemente desierta, una isla en la que suceden cosas muy extrañas. Luchando por la supervivencia, casi medio centenar de personas mostrarán lo mejor y lo peor de sí mismas. (FILMAFFINITY)
21 de mayo de 2010
18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
...Empezando por “Cuatroº, herejes” (sí, mucha noche perdida y traducción simultánea ahora, rollo frikifan a tope, pero bien que vapulearon la serie a base de irritantes cambios de horario que no había Dios que siguiera), y acabando, por ejemplo, por una evidencia: “Everybody Loves Hugo”.
Por cierto, aviso de que esto es territorio spoiler, y de que la razón por la que decido hacer la crítica justo antes del final de la serie es que lo que he visto hasta ahora es más que de sobra para juzgar justamente (por –y a pesar de- todo lo que pone a continuación, quienes llevaron a cabo este proyecto merecen un pequeño aplauso, o un hueco –del que ya disponen- en la historia de la televisión), y que no quiero quedarme sin dedos escribiendo sobre el desenlace. Al menos no en FA.
Hacer una crítica (una crítica de verdad) de una serie no es algo fácil ni –atención, lectores vagos o apurados- breve. Concretamente, una crítica de Lost implicaría abarcar con palabras unos 4.900 minutos de serie, lo que equivale a 82 horas. O lo que es lo mismo, tres días y medio de vida propia empleados en ser engañado, o en dejarse engañar.
Sí. El engaño juega un papel clave en el desarrollo de Lost, es bueno tenerlo presente. Vale que la historia esté bien pensada y demás, pero lo que han hecho Damon Lindelof y Carlton Cuse ha sido idear un gran culebrón a base de incógnitas con las que pueden jugar a su antojo; vacilando a quien se preste y arriesgándose, claro, a acabar bien algunas partidas, y no tan bien otras.
Por mí, que me vacilen. Saben hacerlo como es debido. Lost es puro espectáculo de entretenimiento. Uno sabe a lo que va. Al fin y al cabo, es un espectáculo en (casi) todo momento bien urdido, que cimienta su calidad sobre unas bases bastante sólidas:
-Un gran grupo de personajes enormes, llenos de fuerza y bien perfilados, que dan mucho juego. Además, una de las características que en un principio me llamó la atención de la serie, es la ausencia (casi, otra vez) total, de maniqueísmos. “Lo bueno de Lost es que no hay buenos ni malos”, dijo uno de sus creadores.
-Una buena dirección. Nada de un estilo cutre. Técnicamente, Perdidos es buena. Eso siempre ayuda.
-La historia, por supuesto, que merece un par de párrafos a parte:
Mi opinión; al margen de que sé, como todos deberían saber, que, como serie de televisión que es, la historia contada en Lost se va improvisando en cierto modo, como se puede o se tercie, sobre la marcha; es que lo que se cuenta, al fin y al cabo, está bien improvisado.
A pesar de ello, es más que perceptible el bajón de calidad existente en la quinta temporada; que queda eclipsada por una sexta notable, que empieza así así, sin convencer mucho, pero que en estos momentos se haya en medio y medio de una trepidante, vertiginosa y, en definitiva, cojonuda, recta final.
También tengo que apuntar que soy de los pocos que encuentran...
Por cierto, aviso de que esto es territorio spoiler, y de que la razón por la que decido hacer la crítica justo antes del final de la serie es que lo que he visto hasta ahora es más que de sobra para juzgar justamente (por –y a pesar de- todo lo que pone a continuación, quienes llevaron a cabo este proyecto merecen un pequeño aplauso, o un hueco –del que ya disponen- en la historia de la televisión), y que no quiero quedarme sin dedos escribiendo sobre el desenlace. Al menos no en FA.
Hacer una crítica (una crítica de verdad) de una serie no es algo fácil ni –atención, lectores vagos o apurados- breve. Concretamente, una crítica de Lost implicaría abarcar con palabras unos 4.900 minutos de serie, lo que equivale a 82 horas. O lo que es lo mismo, tres días y medio de vida propia empleados en ser engañado, o en dejarse engañar.
Sí. El engaño juega un papel clave en el desarrollo de Lost, es bueno tenerlo presente. Vale que la historia esté bien pensada y demás, pero lo que han hecho Damon Lindelof y Carlton Cuse ha sido idear un gran culebrón a base de incógnitas con las que pueden jugar a su antojo; vacilando a quien se preste y arriesgándose, claro, a acabar bien algunas partidas, y no tan bien otras.
Por mí, que me vacilen. Saben hacerlo como es debido. Lost es puro espectáculo de entretenimiento. Uno sabe a lo que va. Al fin y al cabo, es un espectáculo en (casi) todo momento bien urdido, que cimienta su calidad sobre unas bases bastante sólidas:
-Un gran grupo de personajes enormes, llenos de fuerza y bien perfilados, que dan mucho juego. Además, una de las características que en un principio me llamó la atención de la serie, es la ausencia (casi, otra vez) total, de maniqueísmos. “Lo bueno de Lost es que no hay buenos ni malos”, dijo uno de sus creadores.
-Una buena dirección. Nada de un estilo cutre. Técnicamente, Perdidos es buena. Eso siempre ayuda.
-La historia, por supuesto, que merece un par de párrafos a parte:
Mi opinión; al margen de que sé, como todos deberían saber, que, como serie de televisión que es, la historia contada en Lost se va improvisando en cierto modo, como se puede o se tercie, sobre la marcha; es que lo que se cuenta, al fin y al cabo, está bien improvisado.
A pesar de ello, es más que perceptible el bajón de calidad existente en la quinta temporada; que queda eclipsada por una sexta notable, que empieza así así, sin convencer mucho, pero que en estos momentos se haya en medio y medio de una trepidante, vertiginosa y, en definitiva, cojonuda, recta final.
También tengo que apuntar que soy de los pocos que encuentran...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
...la cuarta temporada al nivel de las anteriores. Un poco peor, quizá; puede que la cumbre sea la tercera.
Lo que tengo claro es que Lost, por momentos, se hunde bajo su propio peso. Sus guionistas se sintieron obligados a superarse en lo que a lo misterioso se refiere capítulo tras capítulo, y no tuvieron más remedio que arriesgarse a caminar por los senderos de lo que se pasa un poco de rosca, cosa que les llevó a cagarla en más de una ocasión. ¿Cómo? Pues creando un cúmulo de incógnitas cuya resolución total es imposible, porque escapa a las posibilidades y a las capacidades de quienes llevan el timón de la serie, que se han visto obligados a poner excusas (creíbles, pero excusas) como: “sería muy pedante por nuestra parte resolverlo todo”.
No obstante, en estos momentos, el misterio principal es qué coño va a pasar. Y ese misterio viene incluido por defecto en cualquier serie, así que no es un misterio, lo que demuestra que en Lost hay vida más allá de las incógnitas.
De estas 82 horas de aventura, dejo para el olvido: algunos facilones intentos de ridículo engaño al espectador, los putos coreanos (a pesar de ello, tienen un digno final), el exceso de sentimentalismo que aparece por momentos, el relleno (y con relleno, no estoy hablando del molón “Exposé”), el templo, la dimensión paralela (vale, aseguran que es imprescindible para el final, pero sólo da para una historia siete veces más corta que la que nos están contando), las trampas, las incoherencias que dejan a los guionistas con el culo al aire, la absurda necesidad de hacer que crezca la bola del misterio, y, sobre todo, los cabos que quedan (o quedarán) sin atar o, peor aún, mal atados. Los que queden atados a medias, siempre que sea lo suficiente como para poder especular y llegar a una conclusión sobre ellos, los admito.
De estos más de 4.900 minutos de diversión y entretenimiento a caballo entre lo deliciosamente genial y lo completamente absurdo, me quedo con: el colosal final de la tercera temporada, el escalofriante “tenemos que volver, Kate”, la capacidad de los progenitores de la serie para estructurarla de una manera sensacional (uno de los pilares indiscutibles de la serie antes no enumerado: su narración), JOHN LOCKE, esos sorprendentes momentazos que conseguían (en las últimas temporadas hay menos) arrancarle a uno una divertida sonrisa de admiración/flipe, un genio llamado Michael Giacchino, Desmond, Daniel, las tardes libres de maratón, Charlie, Hugo, el Ben más hijoputa y manipulador, la actuación de Terry O’Quinn (tanto en la piel del ya mencionado Locke como en la de AntiJacob), los finales de temporada en general, los capítulos en los que Linus y John comparten protagonismo, todas las tías buenas, un largo etcétera y… ¿el final?
Pues ni idea. No sé si me gustará o no. No sé si estaré del lado de los decepcionados o del de los profundamente satisfechos. El cierre de Lost podrá ser mejor o peor, pero hay una cosa que, irrefutablemente, será: memorable.
Lo que tengo claro es que Lost, por momentos, se hunde bajo su propio peso. Sus guionistas se sintieron obligados a superarse en lo que a lo misterioso se refiere capítulo tras capítulo, y no tuvieron más remedio que arriesgarse a caminar por los senderos de lo que se pasa un poco de rosca, cosa que les llevó a cagarla en más de una ocasión. ¿Cómo? Pues creando un cúmulo de incógnitas cuya resolución total es imposible, porque escapa a las posibilidades y a las capacidades de quienes llevan el timón de la serie, que se han visto obligados a poner excusas (creíbles, pero excusas) como: “sería muy pedante por nuestra parte resolverlo todo”.
No obstante, en estos momentos, el misterio principal es qué coño va a pasar. Y ese misterio viene incluido por defecto en cualquier serie, así que no es un misterio, lo que demuestra que en Lost hay vida más allá de las incógnitas.
De estas 82 horas de aventura, dejo para el olvido: algunos facilones intentos de ridículo engaño al espectador, los putos coreanos (a pesar de ello, tienen un digno final), el exceso de sentimentalismo que aparece por momentos, el relleno (y con relleno, no estoy hablando del molón “Exposé”), el templo, la dimensión paralela (vale, aseguran que es imprescindible para el final, pero sólo da para una historia siete veces más corta que la que nos están contando), las trampas, las incoherencias que dejan a los guionistas con el culo al aire, la absurda necesidad de hacer que crezca la bola del misterio, y, sobre todo, los cabos que quedan (o quedarán) sin atar o, peor aún, mal atados. Los que queden atados a medias, siempre que sea lo suficiente como para poder especular y llegar a una conclusión sobre ellos, los admito.
De estos más de 4.900 minutos de diversión y entretenimiento a caballo entre lo deliciosamente genial y lo completamente absurdo, me quedo con: el colosal final de la tercera temporada, el escalofriante “tenemos que volver, Kate”, la capacidad de los progenitores de la serie para estructurarla de una manera sensacional (uno de los pilares indiscutibles de la serie antes no enumerado: su narración), JOHN LOCKE, esos sorprendentes momentazos que conseguían (en las últimas temporadas hay menos) arrancarle a uno una divertida sonrisa de admiración/flipe, un genio llamado Michael Giacchino, Desmond, Daniel, las tardes libres de maratón, Charlie, Hugo, el Ben más hijoputa y manipulador, la actuación de Terry O’Quinn (tanto en la piel del ya mencionado Locke como en la de AntiJacob), los finales de temporada en general, los capítulos en los que Linus y John comparten protagonismo, todas las tías buenas, un largo etcétera y… ¿el final?
Pues ni idea. No sé si me gustará o no. No sé si estaré del lado de los decepcionados o del de los profundamente satisfechos. El cierre de Lost podrá ser mejor o peor, pero hay una cosa que, irrefutablemente, será: memorable.