“Bajo cero” es la clásica película “Disney” de aventuras para toda la familia. No las tenía todas conmigo antes de ponerme a verla, ya que no me suelen gustar mucho que digamos los productos de Walt Disney (son para todos los públicos y ya se sabe lo que eso significa). No obstante, he de decir que me ha emocionado este filme, me ha emocionado la historia que cuenta (sobre todo las peripecias de los perros tratando de sobrevivir). Cuando he terminado de verla, he ido en busca de mi gato y le he dado un achuchón que no veas. Si alguien ve “Bajo cero” y no le conmueve, tenga o no tenga animales de compañía en casa, creo que le será imposible emocionarse con nada.

El filme, personalmente, lo dividiría en dos partes: la de los perros cuando se quedan solos a su suerte en la Antártida, y la de los “humanos” fuera de la Antártida haciendo su vida. La parte de la narración en la que los mejores amigos del hombre son los protagonistas es maravillosa, hermosa y repleta de emoción. Me ha llegado al corazón ver esa amistad, ese compañerismo entre ellos, y verles sufrir con esos ojitos llorosos como platos cuando uno de ellos tenía problemas. Esta parte es para mí lo mejor del filme y es perfecta. La parte de los actores de dos patas ya no me ha enrollado tanto, pero bueno tampoco es que sea algo aberrante.

También quiero destacar la extraordinaria belleza de los parajes helados que nos muestra la película. La fotografía los retrata de manera excelente, nunca antes he visto localizaciones de frío y nieve tan hermosas… de verdad, chapeau para la fotografía y el manejo de la cámara.

Tras echarle las flores que se merece a esta preciosa película, ahora quiero mencionar algunas cosillas que no han sido de mi agrado. Mi queja principal es lo estereotipados y planos que son los actores. En especial Paul Walker, el cual no está a la altura de las circunstancias para ofrecer una interpretación dramática y angustiosa en su lucha por volver a buscar a los perros. De acuerdo que no cae en aspavientos ni explosiones sentimentales exageradas, pero como he dicho anteriormente no sabe transmitirnos esa angustia que requería su personaje temiendo por la vida de sus perros. Y otro problema es lo largo que se te hace el filme, se han colado con sus dos horas de duración (90 o 100 minutos de metraje habrían sido más que suficientes para contar la historia). Y por último, no quiero terminar mi crítica sin antes mencionar una escena que resulta de lo más ñoña: es esa en la que Paul Walker está en un bar de Nueva Zelanda y van apareciendo sus amigos por sorpresa uno detrás de otro… hombre, por favor, que parecía un pasaje sacado de “Pasión de gavilanes”.