Un paleto de buen corazón y de poca sesera (Gabino Diego), llega a Madrid con la intención de prosperar y hacerse un hombre de provecho bajo la tutela de su tío (Arturo Fernadez). Lo que no sabe nuestro buen pueblerino es la clase de pájaro de cuenta que es su tío.
La película no es nada del otro mundo como ya se figurará el amable lector de esta crítica, aunque siempre se ve con una eterna sonrisa en los labios. Tiene unos 5 primeros minutos delirantes, es hortera, esperpéntica, irónica y de un humor grueso subido. Cuenta con un guión y unos diálogos toscos y ridículos, pero cumple exactamente y con creces con la finalidad ideada por sus creadores, entretener al espectador con una comedia subida de tono y con su correspondiente carga erótica.
Gabino Diego borda su eterno papel de paleto y de personaje inclasificable. Un Arturo Fernandez con tatuajes eróticos, interpreta con su maestría habitual a un embaucador de pocos vuelos, con su natural y distinguida tendencia a la sobreactuación.
Resumiendo: Película lisa y plana para morir de risa el público poco exigente.