Alejandro Amenábar es un gran director, y si alguien lo duda solo tiene que ver esta película, y admirar como, de la misma manera que en Tesis o en Los Otros, consigue un nivel de intriga nunca antes (ni después) visto dentro del cine español.

En este caso, asistimos a una película desconcertante, con un guión magnífico, original, y que como ya se ha dicho en muchas críticas, parece haber “inspirado” a otras películas como Matrix, sin ir más lejos. Eso sí, con menos presupuesto y mucho más limitada técnicamente (lo cual tiene más mérito si cabe), consigue sorprender de igual manera.

Técnicamente, desde luego hay algunas lagunas. El sonido y la fotografía son más bien flojos. La iluminación aporta sobriedad, pero no termina de convencerme, aunque sí me parece acertado que en la última escena la iluminación sea distinta. Aún así, se aprecia calidad en la ejecución, en los planos o en la utilización (y elección) de la música. Los flashback están introducidos con acierto contribuyendo así a la narrativa.

Pero vamos a lo realmente importante: Existe un gran ritmo narrativo, que aporta una intriga creciente durante toda la película, y forma un rompecabezas que consigue lo que se propone: desconcertar al espectador hasta el final, incapaz como el protagonista, de distinguir la ficción de la realidad. Tendremos que esperar al final para poder aclarar nuestras mentes. No obstante, el final, que es clave en la película, se despacha quizás con demasiada ligereza.

En definitiva, un producto con gran originalidad y creatividad dentro del cine español. Un enorme rompecabezas que supone, quizás, la mejor muestra de dirección de Amenábar.