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Estados Unidos Estados Unidos · 544 Camp Street. New Orleans
Voto de Jinete nocturno:
6
Aventuras. Fantástico. Terror Francia, siglo XVIII. Una monstruosa criatura devora salvajemente a los habitantes de un pueblo francés. Recién llegado de América, Grégoire de Fronsac recibe el encargo del rey Luis XV de encontrar a la fiera. Grégorie y su misterioso hermano de sangre, un indio llamado Mani, intentan descubrir qué hay detrás de estos sangrientos sucesos. (FILMAFFINITY)
9 de febrero de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes que nada, conviene aclarar que existen (que yo sepa) tres versiones de esta película. Una “corta” de más de dos horas, una de metraje intermedio, doblada a castellano y con unos 137 minutos de metraje, y la “Director’s cut”, que alcanza los 150 minutos. Pues bien, os recomiendo que, si podéis elegir, veáis esta última versión y huyáis de la versión corta cual muchacha del ataque de la bestia. Y es que está última resulta mucho más equilibrada y explica gran parte de la aparentes incoherencias y saltos argumentales que parecen observarse en la otras versiones.

Dicho esto, al grano.
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Empezaré por decir que “El pacto de los lobos” resulta exactamente como cabe esperar de Gans: irregular y descompensada. Y es que prácticamente todo lo que tengo que decir aquí, casi frase a frase, es aplicable a su otra obra relevante, Silent Hill, película en la que acumuló casi idénticas pifias y que consiguió salvar de la quema por idénticos aciertos.

En la parte más positiva, sin duda, está todo lo relacionado con las formas. Y es que Gans es, desde el punto de vista técnico, un fabuloso realizador con un sobresaliente sentido de lo visual y una elegancia a la hora de construir los planos nada corriente. Es más, me atrevería a decir que hay en él mucho del esteticismo del primer Ridley Scott y, si me apuráis, hasta detalles que hacen recordar al mismísimo Kubrick. Al fin y al cabo, “canta” bastante que Gans, a la hora de definir el aspecto de esta película, tenía en la cabeza tanto “Los Duelistas” como “Barry Lindon”, cuyas fotografías, según ocasión, canibaliza sin complejos. Estamos, por tanto, y es casi lo único salvable del film, ante una película visualmente espectacular, de esas que entran por los ojos y que pueden ser disfrutadas, hasta cierto punto, independientemente de su trama.

En la parte negativa… Todo lo demás. O, lo que es lo mismo, el fondo del asunto; la chicha. Porque hay algo que distingue a Scott, incluso en su actual estado de triste decadencia, de Gans: El bueno de Ridley conoce sus limitaciones y procura no mear fuera del tiesto: sabe que lo suyo es ponerse tras las cámaras, no escribir historias (eso se lo deja a inútiles como Lindelof). En cambio Gans tiene la “fea” costumbre de escribir sus propios guiones y, sólo en el último momento, dejar que otros las pulan ligeramente. Y claro, como resulta que el tipo no es precisamente Tarantino y tiene el gusto en el culo, sus historias, independientemente de que puedan contener detalles interesantes, son en conjunto infantiloides, torpes e inverosímiles.

En efecto, el guion de “El pacto de los lobos” es bastante malo y, por momentos, especialmente en su tercio final, catastrófico. A la trama, tristemente desaprovechada y que podía haber dado MUCHO más de sí, le falta intriga, profundidad y seriedad, desasosiego y tensión, y le sobra el romanticismo de baratillo, las subtramas folletinescas, las conspiraciones papales y, desde luego, la peleas a lo Matrix. La película aguanta bien durante la primera hora, sí, pero pasado este punto se hunde a ritmo acelerado y acaba sumida en la más videoclipera estupidez. Una lástima.

En definitiva, una película aceptable que, en conjunto, roza el notable, sí, pero exclusivamente por lo sobresaliente de unas formas que apenas le permiten disimular las torpezas del guion y lo pueril de la trama.
Jinete nocturno
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