Siempre que hay un niño en pantalla, parece que la perspectiva que te va a ofrecer la película es diferente. Lo normal es que esperemos comportamientos de todos los tipos en personas adultas, pero por costumbre, asociamos a los niños a la inocencia. Y en todos los casos no tiene porque ser así. Hay niños que maduran antes y pasan a ese grupo peligroso que denominamos adultos, que son capaces de las mayores atrocidades.

Jesús Monllaó propone un juego muy interesante de interpretaciones aprovechando el suplemento de los niños. Un niño con una actitud pasota, en especial hacia su padre. Donde constantemente da la sensación de querer provocar el caos y siembra el pánico en aquellos que lo rodean. En este sentido el chaval clava su personaje y consigue lo que propone el director, mantener la tensión del espectador cada vez que ocupe la pantalla. Esto lo logra con creces. El argumento está un poco más pillado con pinzas. La mezcla, psicología, ajedrez, amores de juventud están bien, pero esperaba algo más impactante en la trama. Tampoco quería una versión de El buen hijo a la española, pero si en esa línea. Que tuviéramos en mente la posibilidad de llevar a alguien a la muerte constantemente.

Me ha gustado como nos engaña el director con ese giro argumental en la última parte de la película, pero yo la hubiera hecho más dramática, aprovechando la sorpresa del personaje de José Coronado. El chico juega con los adultos a su antojo. Tremenda la escena final en todos los sentidos.

Película de tener los pelos de punta constantemente y muy entretenida.