A día de hoy me sigue asombrado la vorágine despertada con la interpretación de Joaquin Phoenix en El Joker, como se nota que han seguido poco su carrera cinematográfica. En realidad, nunca estuve aquí cuenta con una de las mejores interpretaciones de su extensa carrera. Por un lado tenemos a un tipo solitario, introvertido, que no se relaciona con nadie, ni quiere hacerlo. La única manera de verlo ser él mismo, es cuando llega a su casa y charla y bromea con su anciana madre. Su profesión o más bien, su modo de ganarse la vida es encargarse de personas que hacen el mal, más en concreto, que intentan abusar de chicas jóvenes y explotarlas sexualmente. Se ponen en contacto con él, le pasan la información y va hace el trabajo y acude al punto de encuentro a cobrar y no quiere saber nada más. El problema surge cuando el hijo del señor a donde acude a cobrar, lo ve realizar un trabajo, decide dejarlo de momento.

Pero desgraciadamente o afortunadamente según se mire, se encuentra con el caso de una chica, a la cual acoge bajo su protección, hija de un senador, el cual ya os enteraréis de la movida que se montó con otro hombre y donde su niñita, cobra un papel importante. Es aquí donde el personaje se vuelve cariñoso, sentimental y débil emocionalmente, cambia el registro totalmente. Se mueve entre el cielo y el infierno dependiendo de lo que quiera realizar.

Sí, vale, lo del exmilitar atormentado está muy visto, pero aquí se le da una vuelta de tuerca potenciando la interpretación de este monstruo. El actor logra hacer de Joe un personaje aterrador y tremendamente perturbado, a la misma vez que frágil y cargado de ternura. Una labor excelente. La directora nos mete directamente en la cabeza del protagonista y a través de flash-backs nos irá desvelando muchas cosas de su pasado que nos ayudarán a entender su presente.