Florence Foster Jenkins fue una mecenas y promotora de arte, y una cantante nada prodigiosa, del Nueva York de los años 30 y 40, su historia fue abordada de manera muy libre por el realizador francés Xavier Giannoli en la película ‘Marguerite’ de reciente estreno, y ahora por el director inglés Stephen Frears, con la inigualable Meryl Streep como Florence.

Florence, una mujer con un cuerpo enfermo y con una gran fortuna heredada, gusta de organizar entre amigos reuniones para difundir diferentes expresiones artísticas, incluyéndose a ella misma y su poco agraciado canto.

Está casada con el inglés St Clair Bayfield, un fracasado actor a quien Florence solía esconderle sus negativas reseñas, y es quien protege a Florence de gente que pudiera evidenciarla de su falta de talento, hasta que Florence se expone al decidirse a dar un gran concierto acompañada del joven pianista Cosmé McMoon (Simon Helberg) en el Carnegie Hall, por lo que su marido deberá cuidarla de las malas críticas.

Tal como lo ha hecho en sus más recientes películas, el inglés Frears toma otra historia de la vida real, con un personaje simpático al que, al sumarle la enorme personalidad de Meryl Streep, adquiere una gran estatura y carisma necesario para tan excéntrico personaje.

Frears mira con cariño y ternura a un personaje que podría prestarse para caer en situaciones ridículas y exageradas, que lo era en la realidad, pero al que aborda con respeto y la rodea de buenos actores y personajes que le brindan un gran soporte, en la persona de actores como Hugh Grant y sobre todo Simon Helberg, que sabe dar debida réplica a la Streep.

Es una película menor pero agradable, con un Frears que sigue en buena racha en sus últimas películas, con el plus de otra descollante performance de Meryl Streep.


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