Tras cuatro entregas que ya empezaban a mostrar señales de agotamiento, los Estudios Disney han fichado a los directores noruegos Joachim Rønning y Espen Sandberg, realizadores de la épica Kon-Tiki, y a Javier Bardem como el nuevo villano, para rescatar a su franquicia.

Tras un espectacular prólogo que muestra un frustrado robo con una puesta en escena destornillante, encontramos a Jack Sparrow en las Bahamas, a donde va a buscarlo un joven marinero con el objetivo de conseguir el tridente de Poseidón.

Todo esto porque el fantasmagórico Capitán Salazar (Bardem) ha logrado escapar de la zona oscura donde estaba recluido, y busca a Sparrow para vengarse, por lo que Jack, junto al chico y una joven astrónoma a la que se le acusa de brujería, deberán embarcarse para hacerle frente.

La película consigue por momentos acercarse al espíritu de aquella primera entrega, sin lograrlo, pero, si generando buenos momentos divertidos y emocionantes, mucho gracias al buen trabajo de Bardem como el malo de la película.

La película es una seguidilla de escenas de acción marítimas donde eso es lo más importante, sin la preocupación de desarrollar una historia que se acomode al universo de las películas anteriores, y sin la fuerza de la historia romántica que le imprimía la sola presencia de la pareja de Orlando Bloom-Keira Knightley, acá condenados a una breve aparición cerca del final.

Si bien Depp y su Jack Sparrow sigue manteniendo cierto encanto, no parece ser suficiente como para conseguir manteniendo el interés en una saga que ya dio lo mejor de sí.


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