Nada más empezar, barrunté que se trataba de una soberana tontería, ahí la has clavado Carlos Boyero, que podía fácilmente quedarse en el uno. Argumento que pretende ser original pero el tema onírico ha sido trata infinidad de veces con muchísimo más acierto que aquí. El director y también guionista amaga con un poco de intriga ramplona, que consiste en decir "lo que tú ya sabes" o "lo que pasó" cada X tiempo, antes de entrar en faena. Mientras tanto nos da una paliza que no veas con la música incesante, como si quisiera mantener el clímax en todo momento, cosa que cansa con suma rapidez. Podría pensarse que está rodando un anuncio o un trailer de 148 minutos aunque para mí que lo que está haciendo es directamente rayar al espectador tanto con el sonido como con la morralla pseudocientífica con la que quieren justificar una sarta de disparates de mucho cuidado. La película tiene cierta lógica dentro de lo extravagante pero es tan vacía, carente de interés y "me tomo la realidad a chufla para ver si sale un mundo alternativo a lo Matrix" que pronto comencé a aburrirme para más tarde llegar a desconectar. El único aliciente, además de que "Origen" técnicamente no no está mal hecha, es ver a un sólido Leonardo Di Caprio y una Ellen Page que es muy mona, aunque no sé si pega mucho su personaje. Atención a cuando va con el traje, con esa carita tan dulce de niña que tiene, lo siento por ella, pero no la veo en este rol.

Dicho lo cual, resulta asombroso el grado de enamoramiento de este trabajo por parte de tanta gente. Como se ve, no me ha gustado nada pero en una crítica, hay una parte subjetiva, donde encaja esta opinión, y otra objetiva, que supuestamente puede condicionar la primera. Es decir, creo que es un rollo, esto es subjetivo, pero ahora voy a exponer cuáles son los motivos para que que "Origen" me parezca una necedad. La clave está en que, ciertamente el mundo onírico es de por sí muy atractivo, pero Nolan se ha saltado a la torera cómo funcionan los sueños y la propia psique humana. Un sueño es una lotería en la que no sabemos lo que va a salir, ni podemos controlarlos, ni se siguen las reglas del mundo físico, ni por ejemplo, sentimos dolor, ni mucho menos podemos saber lo que otras personas hacen o piensan, ni existe toda esa paranoia absurda de limbos, patadas y extractores. Desde luego se admite como género fantástico el poder acceder a otro sueño y ahí está el acierto de películas tan denostadas como "La Celda" (2000), o la propia "Pesadilla en Elm Street" (1984), al menos la primera. Todo esto tendría un pase si la propia misión no fuera ridícula o se generara tensión, suspense o confusión sobre la dualidad sueño-vigilia como sí hacen "Abre los ojos" (1997) o "El Arte de morir" (2000), inmensamente mejores. Pero no, en todo momento sabemos en dónde están. ¿Qué nos queda al final? Pues el dolor de cabeza de haberla visto.