Y sin embargo era un hombre extraordinario. Al menos tal y como se desprende de esta mediobiografía, sólo se centra en algunos aspectos de su participación en la Primera Guerra Mundial, de una historicidad más o menos correcta en su superficie aunque no sé hasta que punto real si descendemos al detalle. Nada más y nada menos que siete premios Oscars para premiar los aspectos más sobresalientes de esta superproducción mastodóntica, tal vez excesivos sus 222 minutos, además con una pequeña colaboración española mediante algún secundario y sobre todo, localizaciones. Mejor película, director, montaje, vaya fundido con la cerilla, fotografía en color, te quedas sin palabras, banda sonora a cargo de Maurice Jarre, impresionante con ese aire a la saga "Star Wars" e "Indiana Jones", dirección artística y sonido. Y encima, otras tres nominaciones más.

"Lawrence de Arabia" es por un lado una exaltación sobrecogedora de la genialidad, acrecentada por unos diálogos que son de lo más preciosos que recuerdo. Especialmente al principio cada palabra, cada respuesta que sale de un brillante Peter O'Toole, es de una belleza exquisita. Pero también, la bajada a los infiernos de un personaje complejo, quizá demasiado para el espectador, al que nadie conocía de verdad, gran comienzo, que se debate entre la grandeza y extraños traumas que le arrastran al sadismo o a la autohumillación, sin que sepamos con qué carta se queda David Lean. Trabajo tremendamente clásico o británico, que viene a ser lo mismo, de una plasticidad tan hermosa y pictórica como el propio desierto o ese oriente medio colonial recreado con tanto glamur. La obra deja el listón tan alto en la parte primera que es inevitable que en la segunda se acabe normalizando.