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Voto de Reaccionario:
4
Drama Una noche del verano de 1839, cincuenta y tres esclavos negros que viajaban a bordo del navio "La Amistad" se amotinaron y tomaron el control del barco frente a las costas de Cuba. Fracasado su intento de regresar a África, fueron detenidos por tropas americanas y se encontraron en un país extraño y a merced de un sistema judicial que les era ajeno. (FILMAFFINITY)
3 de octubre de 2015
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo tenemos una obra que incide de forma primordial en aspectos jurídicos, políticos y éticos: la esclavitud, con un añadido sobre los derechos fundamentales. Aviso que "Amistad" esta basada en hechos reales, un motín en alta mar por parte de unos esclavos, que a su llegada a los Estados Unidos serán juzgados por estos sucesos. De todo modos, la película no brilla por su fidelidad periódistica, ni tampoco a la historia en sí. De hecho, parece ser que la polémica no fue entre España y los norteamericanos, sino entre la ley de Connecticut, que sí admitía la esclavitud, y la prohibición del tráfico negrero, que ya había sido decretada por varios países, incluidos los Estados Unidos en 1808 y las potencias reaccionarias de Europa, en el Congreso de Viena en 1815. Ahora bien, una cosa es lo que diga un documento y otra la realidad de ahí fuera, así que la trata siguió existiendo ilegalmente durante varias décadas.

Y aquí llegamos al aspecto más polémico de la película, para España, que es que nos ponen de malos, lo que en mi tierra ha enfadado mucho. Pero como decía Aristóteles "Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad", he de reconocer que aunque la esclavitud en todos los sentidos era mucho más liviana en España, aunque en el siglo XIX se fue endureciendo, que en casi todo los demás países, también se mantuvo durante mucho más tiempo: hasta 1867 no se hizo eficaz la prohibición del comercio negro y hasta 1886 no se abolió la esclavitud en Cuba, el último país de Europa en hacerlo y casi del mundo occidental, sólo por detrás de Brasil, que lo hizo en 1888. De ahí que desde fuera nos vean como unos bárbaros, en cierto sentido con razón. El caso es que guste o no, España no sólo participó en esta trata ilegal durante parte del XIX, sino que a veces llegó a defenderla como un acto patriótico.

Ahora bien, los señores que defendían esta execrable institución, no tenían que ser retrógrados impenitentes. Era más bien al contrario: los liberales y progresistas españoles mandaron durante muchos décadas sin poner en entredicho la esclavitud. En cambio, figuras ultras como el Padre Claret sí la condenaron, cosa que no debería extrañar si recordamos que el Papa Gregorio XVI, que también era un "carca", ya lo había hecho antes, en 1839. Pero la película apela a la constitución americana y a los derechos naturales como remedio a esta situación, en un pomposo discurso final, dentro de una película en general bastante pomposa. Podría servir en teoría pero se nos olvidan los aspectos ocultos del discurso liberal. Lo que afirma John Quincy Adams (Anthony Hopkins), "el derecho [de cada hombre] a rebelarse contra los que pretendan privarle de su libertad" es exactamente en lo que creía un individuo como Adolf Hitler.
Reaccionario
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