Me refiera a la película, no a la panadería, que efectivamente es muy cuca y todo tiene muy buena pinta. Es más, al poco de empezar a verla, cuando veo el letrero de "fundada en 1913", pensé que esas tiendas tan antiguas deberían conservarse como patrimonio histórico de una ciudad. Ahí lo dejo. Pero antes de darle caña y no de azúcar al largometraje, os cuento que se trata de una obra que aunque parece norteamericana, se ha rodado casi toda en Nueva York y en inglés, y la mayoría del reparto es foráneo, en realidad es española. En este sentido, hay que hacer mención, además de a su director Gustavo Ron, a los actores Aitor Luna, Enrique Arce y especialmente a Blanca Suárez, que hace de italiana, Daniella. Sin embargo, aunque el póster promocional puede llevar a engaño ninguno de ellos son personajes importantes. En fin, el caso es que Gustavo Ron ha querido hacer una especie de versión castiza pasada por los Estados Unidos de "Chocolat" (2000) y otras tantas de este subgénero que mezcla la cocina con el romance, todo en un ambiente muy dulce, simpático y acogedor.

Reconozco que "Mi panadería en Brooklyn" a veces consigue todos estos buenos sentimientos, se puede ver con niños, más o menos, porque es para todos los públicos y Blanca Suárez está muy guapa y luciendo siempre un buen estilismo. Bien, pero la película tiene errores gravísimos y otros más ligeros como el exceso de cursilería en sus historias románticas o el ataque a los bancos "malos". El primero, que la trama no es nada creíble, pues las dos primas propietarias en vez de ponerse de acuerdo para sacar el negocio adelante, se pelean no se sabe por qué razón. El segundo, que la historia amorosa de Daniella es patética. Da vergüenza ajena ver los torpes intentos de nuestro "conquistador", más bien acosador memo. Fijaos si es tan inútil el pretendiente que le han buscado que lo han retirado de los posters. Y el tercero y último, que por momentos es de lo más estúpida. Pero no penséis que exagero, sino que pasan cosas como que un chico se queda atrapado al meter los pies en una cesta de pan ¿? o peor aún, que tomándote unas pastillas comienzas a hablar lenguas extrajeras.