¿Qué podía fallar cuando tienes un thriller fantástico de viajes en el tiempo, varias líneas temporales y niñas desaparecidas, una ambientación de finales de los años ochenta, 1989, y un reparto muy conocido al igual que atractivo? Pues por desgracia, casi todo. La película empieza mal, continúa peor y acaba con una sobredosis de azúcar. No obstante, a decir verdad, su mayor problema es que amaga con todo para a la postre desvelarse como un drama romántico de lo más cursi al mismo tiempo que inconsecuente y, en el fondo, antiromántico. Porque resulta que el flechazo, el amor a primera vista, pues no, lo bonito es otra cosa.

En cualquier caso, Oriol Paulo recurre a una temática vistosa que hemos visto muchas veces en el cine, las referencias son muchas, empezando por "Frequency" (2000), pero no termina de explotar las diversas posibilidades de los viajes temporales. Resumiendo, como ciencia ficción depende de demasiados factores aleatorios; como thriller es aburrido y está muy mal contado, quitándonos todo el suspense de tal forma que vamos dos o tres pasos por delante de la protagonista; como drama no existe conflicto, ni tensión, ni nada; y como romance, es una chufla. Eso sí, Álvaro Morte tiene mucha clase y Luna Fulgencio es requetemonísima.