¿Por qué será que "Dos hombres y un destino" se convirtió en la película más taquillera del mundo en 1969 y que incluso pasara a la historia del cine por alguna de sus secuencias, como la archifamosa de la bicicleta, noblemente fusilada por Leslie Nielsen en alguna de sus "Agárralo como puedas", no recuerdo cual? ¿Por qué es buena? Pues no. Por qué va a ser, almas cándidas, por la colaboración de dos de los galanes más afamados de la historia del cine, Paul Newman y Robert Redford o Robert Redford y Paul Newman, que volverían a coincidir en la también exitosa "El golpe" (1973). Sólo su presencia eleva a este western de la normalidad, incluso pese a ellos lo es en su mayor parte del metraje. En medio de los dos aparece Katharine Ross, que aunque se deja llevar no es tan arrastrada como parece. Además luce unos trajes, el verde de Bolivia, preciosos.

"Dos hombres y un destino" viene a recrear con notable libertad respecto a los hechos reales la vida de dos famosos delincuentes de Estados Unidos, Butch Cassidy (Paul Newman) y Sundance Kid (Robert Redford), de finales del siglo XIX y principios del XX. La novedad de la película está en que pretenden convencernos de que robar bancos, asaltar trenes y demás fechorías es de tipos que molan. De hecho, ellos son la mar de guays mientras que la gente honrada y que representan la autoridad es directamente ridiculizada (el empleado del ferrocarril, la señora mayor...) o convertida en villanos (los implacables cazarrecompensas). Lo mejor de la obra es el comienzo, de un tono sepia y una composición magistral, casi onírica, que para nuestra desgracia se difumina enseguida. También hay algo de humor pero reflexión personal sobre ese "destino", muy poca.