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2
Comedia Donny Berger (Adam Sandler) es un padre que pretende controlar la inminente boda de su hijo Todd (Andy Samberg), y para ello se muda a vivir con él y su novia Jamie (Leighton Meester). (FILMAFFINITY)
20 de mayo de 2017
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Las películas de este presunto cómico podrán ser malas, regulares o buenas, más bien lo primero, pero lo que no se puede negar es que tienen un sello en el que Adam Sandler expone una filosofía sobre la libertad aunque algunos lo vean solo como un zafio misógino, rasgos todos que confluyen. De todos modos en "Desmadre de padre" argumenta exactamente lo mismo que en casi todos sus trabajos, por ejemplo en "Un papá genial" (1999), donde ya equiparé a su personaje con el "hombre masa" de Ortega y Gasset, si bien Metternich teorizaba ya antes sobre el "hombre presuntuoso" de similar naturaleza. Lo que sucede es que ahora se expresa de un modo más claro, descubriendo de una vez el espectador cual es el verdadero mensaje que nos propone.

"Desmadre de padre" es mala, a pesar de que sólo se llevó dos premios razzies y a que de vez en cuando hay algún gag con el que te ríes. Sin embargo la mayor parte del tiempo es estúpida, no tiene gracia y sobre todo es tan guarra que cae de inmediato en lo desagradable, inverosímil y fantástico para reforzar la autoestima de Adam Sandler o su personaje, que es lo mismo, a los pocos segundos. Ahora bien, siendo esto malo, es aún peor lo que sigue, que es la teórica explicación de por qué un individuo que es "un imbécil, inmaduro, asno, infantil, cavernícola, cabeza hueca de encefalograma plano, insufrible, paleto, ignorante y gilipollas", además de grosero, pobre, sucio, feo y otros defectos, gana a los hombres, conquista a las mujeres y se lleva la pasta.

En esencia el cine de Sandler representa la liberación masculina que consiste en hacer lo que a uno le venga en gana en cada momento y para ello las mujeres tienen que tragar con todo. En definitiva, supone la glorificación del hombre vulgar. Pero para que la libertad masculina triunfe se requiere la esclavización de las féminas, convertidas en trozos de carne que consienten esa libertad. Es decir, no pueden ejercer ningún tipo de control o autoridad sobre el varón, aniquilando ese rol tradicional que las hacía garantes de la moral y la norma, debido a su superioridad en este terreno, sino complacer de inmediato sus pulsiones, ego o deseos pues de lo contrario ya no sería tan libre. Es exactamente lo contrario a lo que existe en la mayor parte del anime clásico.
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