Aclamado trabajo, al menos parcialmente, del director recientemente fallecido, Anthony Minghella (bueno hace ya 5 años), conocido por su "El Paciente ingles". Siete nominaciones a los Oscars confirman que "Cold Mountain" no es una cosa del montón. Sin embargo, aunque técnicamente no hay nada que reprochar, la película se desarrolla de una forma completamente plana. No hay conflicto de ninguna naturaleza, sino una relación de manual, escasamente desarrollada y carente de emoción. La historia no atrae, es previsible, larga y con tendencia a lo irrelevante. Más que un argumento definido, nos abandonamos a una serie de episodios y anécdotas con la excusa de la separación de los protagonistas. Ni siquiera la presencia de tantos actores buenos, incluidas unas atractivas Nicole Kidman o Natalie Portman, consiguen que esta película funcione.

Puede que la indiferencia que me provoca ver "Cold Mountain" se deba a algo que pretendía Minghella. Aquí, como suele ser habitual en las obras más recientes, no hay lugar para el heroísmo y los ideales, y no me refiero a lo exclusivamente bélico. Según la filosofía más actual, cargada de nihilismo y pesimismo, se trata prácticamente sólo de sobrevivir. Bueno también hay algo de sentimientos humanos pero rebajados no vayan a suponer una carga para nadie. Antimilitarismo y un maniqueísmo muy claro, según el cual, el militar es un malvado y el civil con tendencias anarquizantes es muy bueno, acompañado con altas dosis de feminismo completan el guiso de este filme. Dicho lo cual, al menos con "Cold Mountain" podemos ver como se las gasta un estado democrático, tanto el Norte como el Sur, cuando se siente amenazado: penas de muerte por un tubo.