Me refiero, evidentemente, a la habitación secreta reforzada, ultraprotegida, que lo vigila todo y no sé qué más. Imaginad algo realista, por ejemplo, un ataque de zombies. ¿Qué hacemos? Pues a la cámara de seguridad y a reírte de los peces de colores. Claro que parece mucho pero luego nuestros asaltantes van a poner contra las cuerdas a una madre y a una hija que se ocultan en ella. Así que tan inexpugnable no será. Sea como fuere, ejercicio de intriga que bajo una premisa anodina, una habitación así no es que de miedo, y una historia con poco recorrido, se esconde un thriller que se crece por una dirección adecuada que maneja bien los ritmos, los actores y la cámara. La clave está en que ellas se quedan encerradas pero incomunicadas con unos delincuentes que quieren acceder precisamente a su escondite.

La película te hace pensar sobre lo que hacer en una situación así, pero mientras tanto te mantiene tenso y en desasosiego en buena parte de su metraje. Confieso que yo no paraba de darles vueltas a las posibles soluciones, que si registrar la habitación del pánico, que si abandonarla para coger el móvil, que negociar con ellos saliendo la madre, y más, lo mismo que las posibilidades de los ladrones de desalojarlas de su fortaleza. Si hacían lo que pensaba, estupendo, si no, me ponía nervioso: por ejemplo, "¿por qué no dice lo más importante primero?". Sea como fuere, David Fincher resuelve con cierta imaginación una situación que podría estancarse con facilidad. La guinda es el reparto, con Jodie Foster, Forest Whitaker, qué bueno es, y una Kristen Stewart con unos once años y un poco feucha.