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Voto de Reaccionario:
4
Drama En el aula de un instituto, un grupo de adolescentes están muy concentrados haciendo un examen. Todos menos uno: Gonzalo, que ha decidido dejar su hoja en blanco. Le da igual que le suspendan, le da igual que su madre se enfade con él. De hecho, eso es lo que quiere. No sabe por qué, pero no le gusta cómo son las cosas a su alrededor. (FILMAFFINITY)
25 de julio de 2012
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin esperar repetirme de nuevo, vuelvo a insistir en que el empleo de minihistorias me parece un recurso rara vez justificado, que en realidad encubre las carencias de la propia historia y que encima no recuerdo que en alguna ocasión haya dado un buen resultado. Por si fuera poco, en "Malas temporadas", pese al pobre intento de hacerlas confluir, la verdad es que no tienen relación unas con otras. Y me pregunto, ¿no quedaría mucho mejor coger una de estas historias y desarrollarla antes que contarme varias pero con la superficialidad con la que lo hace? En fin cuestión de gustos. Por su parte, quizás el mayor acierto del director sea el ritmo no muy lento y la atmósfera triste que acompaña a la narración.

Lo peor de "Malas temporadas" no es el recurso mencionado sino lo que he apuntando anteriormente. A la postre las historias aparecen de la nada, se estira lo justo para ocupar el metraje y se difuminan. Pero lo que es el análisis, la psicología profunda, las verdaderas motivaciones de los protagonistas o las raíces de sus problemas son dejados al margen de una manera casi vergonzante. Por ejemplo, Gonzalo decide encerrarse en su habitación y no salir. ¿Por qué? No lo sabemos, y lo más preocupante, nadie se lo pregunta de verdad. De este modo su historia es de lo más superflua porque lo que el director propone ante este y otros problemas es hacer cosas cuando lo que hay que hacer es cambiarte tú. Hablando claro, si una persona tiene una depresión, no va a salir cambiando de peinado o poniéndose un pendiente o aprendiendo a jugar al ajedrez. La solución pasa por escuchar, dejarle hablar y sacarle el mal que tiene dentro, exorcizar los demonios particulares.

Del mismo modo, la superficialidad también se traduce en un desenfoque del problema (el problema de Leonard Watling, ¿Laura? no son sus intrigas amorosas sino que está amargada por ir en silla de ruedas), la oscuridad de los personajes (¿Qué le pasa a Mikel, el presidiario? ¿Está enamorado del otro, le envidia, simplemente está sólo?) o la banalidad de ciertas tramas (la de Carlos, el cubano, o la de la madre de Gonzalo, no tienen apenas interés). Los defensores de "Malas temporadas" alegarán que Martín Cuenca trata simplemente de reflejar la realidad de la vida misma y que las carencias son las propias de una historia de la que somos simple espectadores, que no conocemos los precedentes, ni cómo va a acabar. A lo que responderé, que de acuerdo, pero que entonces la historia en si no tiene ningún interés, salvo la mera empatía por el sufrimiento humano.

Por último, aunque su papel deja mucho de desear, es una delicia ver a Leonor Watling en la pantalla. Lo que me pregunto, y es una pregunta filosófica, es que si en verdad nos gusta verla enseñar, por ejemplo, las domingas. Reconozco que me parece violento para ella (quiero imaginar que se siente avergonzado) y para el espectador. La verdad es que la manía del desnudo, especialmente femenino que es el más solicitado, o la de mostrar sexo más o menos explícito, ni la comparto ni la entiendo, máxime cuando no está justificado (casi nunca lo está o directamente nunca diría yo). Yo, lo admito, me siento más incómodo aún si la chica me gusta que si no (qué mal lo pasé con Ana de Armas en "Mentiras y Gordas"). A ver si de este modo podemos invertir esta tendencia gratuita mostrando nuestro rechazo. Aunque me parece que no voy a encontrar mucho apoyo.
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