Después de dos horas de cine admirable, intenso, envolvente y de ambientación insuperable, llega el último tramo de la película, una hora en la que uno de los mayores reclamos de la cinta (Marlon Brando) no aparece tanto tiempo como muchos desearíamos. Y lo hace entre las sombras de toda una serie de escenas surrealistas (inmersas en el gore) e incluso suprimibles, como el aberrante momento en el que una res auténtica es cruelmente sacrificada, siendo partícipe la cámara de toda una serie de vísceras animales completamente que llegaron a indigestar el momento a un servidor.

Es detestable y denunciable el hecho de que en el cine, para sobrecoger, maten animales en directo. Por los buenos momentos de sus dos horas principales, esas de las peligrosas aventuras de los protagonistas en su lancha patrullera militar, le pongo de nota un 8.

Excepcional música. El final dinamita el conjunto.