En el año 2014 Jemaine Clement y Taika Waititi crearon una película muy original sobre la vida de tres vampiros que compartían piso en Nueva Zelanda. La fórmula funciono de manera sorprendente. Estábamos ante una comedia negra llena de humor, ironía y absurdo. Los caracteres de los personajes por surrealistas que parecieran, acababan por comprenderse dada la línea narrativa que tenían y sus tramas encajaban a la perfección. Además, suponía una inmersión en el formato del falso documental o mockumentary, lo que aportaba a la cinta un aire fresco y desenfadado que le venía de perlas a una cinta tan gamberra y cachonda.


Sin embargo, en el año 2019 Waititi y Clement volvieron a reunirse para lanzar una serie que tenía la misma base que la película, solo que está vez el escenario se ubicaba en Nueva York. Quizás, si no has visto la película es posible que visualices la serie con una mentalidad distinta. Pero después de haber visionado la película es imposible no sentir que se repiten muchos patrones ya mostrados en la cinta de una manera más hábil y elaborada. Lo cual hace que la primera temporada resulte algo repetitiva y poco original. Por otro lado, los tres actores principales no consiguen cautivarme. No sé si el problema parte de su actuación o del desarrollo que tienen los personajes en la serie, pero no me atrapan como si lo hicieron todos los personajes de la cinta en la que se inspira.


No obstante, no todo es malo. La duración de los capítulos es bastante acertada. Elaborar capítulos con una duración de veinte minutos es una muy buena idea ya que no consigue hacerse demasiado pesada. También consigue crear momentos verdaderamente épicos y humorísticos. A pesar de que el trio protagonista no consigue sorprenderme, dos personajes con menos relevancia acaban por captar tu interés. Estos son el vampiro energético, ''Colin Robinson’’, interpretado por un genial Mark Proksch y el aprendiz de vampiro ‘’Guillermo de la Cruz’’, interpretado por Harvey Guillen. El primero está representado como un vampiro que, en vez de alimentarse de la sangre de sus víctimas, lo hace de su energía. Es el típico tío pelma de tu trabajo que te suelta un montón de historias aburridas que acaban por agotarte física y mentalmente. El segundo es un aprendiz de vampiros que convive con el trio protagonista casi como una especie de esclavo. Los ‘’familiares’’ son humanos que deben encargarse de servir a sus amos, los vampiros. Y esto supone proveerles alimento en forma de vírgenes frikis y limpiar sus destrozos. Aceptan su destino con la promesa de que algún día lejano serán convertidos en vampiros.. Dicho esto, tengo que comentar que el personaje de Guillermo tiene momentos verdaderamente interesantes. A lo que se une, una notable evolución en la segunda temporada.



‘’Lo que hacemos en las sombras’’ sigue siendo terriblemente irónica, desenfadada y absurda. Conserva su humor negro y un par de momentos estelares. Sin embargo, le falta la originalidad, las actuaciones brillantes, la sorpresa y el ingenio de su predecesora. Se deja ver y es bastante entretenida pero no llega a ser tan divertida como la película.