Melanie Griffith es una aguerrida policía neoyorkina que investiga el asesinato de un judío ortodoxo en Brooklyn. Su interés por el caso le llevará a trabajar de incógnita para descubrir al asesino.

Interesante policíaco en la linea de Único testigo que confronta dos culturas opuestas como son la ultraortodoxa judía y la occidental. Lo de menos es la trama en sí que funciona sin más, lo que realmente destaca es la imposible historia de amor entre sus protagonistas y la idiosincrasia del hermético mundo judío en la América actual.

Se denuncia la rigidez de algunas normas hebreas que invaden el terreno de los sentimientos en su afán de controlar todos los aspectos de la vida de un judío. Esta autoridad inquebrantable muchas veces pone en aprietos a sus creyentes cuando se encuentran en situaciones como las que plantea la película. Y es que ya se sabe que el amor no tiene fronteras y no se le puede poner coto.

Melanie Griffith está más que correcta y no se entiende el razzie que le otorgaron en su día con muy mala fe, nunca mejor dicho. La música de Jerry Bock es otro de los platos fuertes de la función en una película, que si bien no logra emocionar tanto como en la anteriormente citada, sí que resulta de lo más digna.