Toda la película es una sucesión de imágenes impactantes. Contiene escenas muy duras como aquella en la que los guardias de la prisión le propinan una brutal paliza a un reo americano y tienen que extirparle un testículo. Y aquella en la que el protagonista le arranca la lengua a mordiscos a un chivato de la prisión. O cuando el protagonista le grita a su novia que le enseñe los pechos para que pueda masturbarse mientras le visita. O como aquella otra en la que los presos dan vueltas todos en la misma dirección como zombies completamente alienados y destruidos física y mentalmente mientras nuestro protagonista se rebela contra esta situación con su último aliento antes de convertirse en otro muerto en vida. También es muy recordada la secuencia en la que la policía detiene al protagonista en el aeropuerto cuando está a punto de subir al avión con la droga adherida al pecho. Siempre que veo esta escena pienso que lo va a conseguir pero en el último momento una mano se apoya sobre su hombro y comienza la peor de sus pesadillas.

Lo único que me decepcionó un poco es su final. Cuando un excelente Brad Davis escapa de la prisión de una manera tan sencilla. La trama se centra casi exclusivamente en contarnos todas las miserias que vivió el protagonista, sin embargo, a penas explica cómo consiguió fugarse del país.