El último western de Sam Peckinpah iba a ser un proyecto mucho más ambicioso pero como siempre sus diferencias creativas con los productores le obligaron a recortar el metraje y montarlo de manera que tuviera una duración ajustada a los cánones comerciales. A Peckinpah le pasaba un poco como a Michael Cimino, ambos son directores con talento, enormemente ambiciosos y maniáticos hasta el extremo con cada mínimo detalle que rodea sus proyectos. Sin embargo la cruda realidad es que los productores y los directivos del estudio, que son los que ponen la pasta, son lógicamente los que tienen la última palabra.

Con este film el indomable director ofrece una versión lírica y crepuscular del Oeste, abordando de manera fidedigna la vida de los legendarios Pat Garrett y Billy el niño. Se trata de una historia que narra el fin de una época que con la llegada de la modernidad cambiará para siempre. Garret, excelente James Coburn, está dispuesto a envejecer con su país como él mismo dice, para lo cual tendrá que adaptarse a los nuevos tiempos. De modo que se convierte en comisario dejando atrás su pasado como forajido al lado de Billy el niño y su banda. Su cambio de bando le traerá un gran número de enemistades, sintiéndose repudiado por todos los que antes eran sus amigos pero sobre todo por sí mismo. (spoiler) Se siente una especie de traidor por mucho que intente engañarse a sí mismo. Aquellos a los que jura lealtad y obediencia no son mejores que los que fueron antaño sus compañeros de fechorías. El mismo Billy, estupendo Kris Kristofferson, se encarga de recordárselo. Él también trabajó para tipos como Chisum un poderoso y déspota terrateniente que junto a otros se está reapartiendo el país. Un país que está cambiando tan rápido que ya no queda sitio para gente como Pat o Billy. El primero se da cuenta de ello pero el segundo es incapaz de asumirlo y continúa su vida como pistolero. No acepta la hipocresía y el cinismo de unos gobernantes cuyas leyes resultan contradictorias y engendran tipos como Chisum que no duda en contratar pistoleros para liquidar a todo aquel que ose pisar sus tierras.

La película habla de dos de los temas favoritos de Peckinpah como son la amistad traicionada y la incapacidad de los personajes para adaptarse a los nuevos tiempos. También se incluyen unas cuantas escenas violentas aunque el montaje al ralentí no es muy abundante. El problema de Pat Garrett y Billy el niño es su falta de desarrollo. La película parece más bien una concatenación de secuencias a las que les falta una unión lógica. Un motor que haga que todo fluya con normalidad. Es decir una buena conexión. Hay escenas que parecen incompletas, por ejemplo no sabemos quién le deja el arma a Billy en el retrete para escapar de la cárcel. Se supone que es alguno de sus compinches pero nunca lo sabemos. O aquella otra en la que unos cazarrecompensas localizan a Billy y éste tras descubrirlos los liquida. Entonces se sorprende de que sean cazarrecompensas porque es demasiado pronto para que vayan tras él. Entonces digo yo ¿Quiénes eran realmente?

El montaje del director que es el que yo he visto, también incluye otros fragmentos que en su día fueron eliminados por el productor. Algunas de esas escenas ciertamente son prescindibles como aquella en la que Garrett juguetea con el pezón de una puta en la bañera o aquella en la que llega a su casa y discute con su mujer que le reprocha su traición y a la que nunca más volvemos a ver. Por contra hay otras que quedan bastante bien como la del comienzo cuando Garrett ya anciano muere a balazos en una emboscada y vemos la imagen de Billy disparando a unas gallinas semienterradas en unos montículos de tierra pero en el montaje de la secuencia parece que le dispara a Garrett.

Por todo ello lo mejor del film son sus actores protagonistas, los auténticos Pat Garrett y Billy el niño estarían orgullosos de Coburn y Kristofferson. El elenco de secundarios también merece la pena. Destacando la presencia de Bob Dylan como miembro de la banda de Billy en uno sus escasos papeles cinematográficos y que también compone la banda sonora con temas tan legendarios como el célebre "Knocking on heavens door". Una jaquetona Katy Jurado, que interpreta a una mujer de armas tomar esposa de un sheriff al que acompaña en sus cacerías. Un Jason Robards en un papel testimonial, Harry Dean Stanton muy activo en esa época con papeles en El Padrino II, Dilinger, Cisko Pike o Missouri y los habituales del cine de Peckinpah como L.Q. Jones o Slim Pickens. Resaltar también la hermosa fotografía de John Coquillon uno de los camarógrafos habituales del director.

Estoy bastante descontento con la edición en dvd de algunas de las películas de Sam Peckinpah. En ésta concretamente se insertan escenas eliminadas sin doblar y sin subtítulos que hay que andar seleccionándolos en castellano y las canciones de Dylan tampoco están traducidas. Pero sobre todo no ofrecen la posibilidad de elegir entre los dos montajes, el que se estrenó en cines y el del director. Lamentable.