La típica película de la era anti-Trump, maniquea, simplista y con un toque racista antiblancos. La historia es absurda por increíble. Ningún gobierno permitiría dar carta blanca al pillaje y el crimen durante 12 horas para engordar la audiencia de un programa televisivo. Como sátira a los programas de telerrealidad tiene su gracia, lo malo es que la película se toma demasiado en serio así misma.

Reivindica el orgullo negro frente a los malvados blancos, los mismos que fueron indispensables para aupar al poder a Barack Obama dos veces. Si esta película hubiese tenido el argumento contrario simplemente no habría podido estrenarse, el boicot estaría garantizado. Y lo peor es que el héroe de la historia es un traficante de drogas que termina salvando a su comunidad de los neonazis mercenarios metralleta en mano con un look muy similar al de Bruce Willis en Jungla de cristal.

Me revienta también que el guión presente a los negros como víctimas de la crueldad blanca y sobre todo que parece que los negros son los únicos que los pasan mal en Estados Unidos, únicamente ellos son pobres al resto le va de maravilla. Más allá de estas consideraciones, como espectáculo de acción se deja ver pero ese rollo reivindicativo del black power, somos pobres pero buena gente, echa al traste todo el tinglado.