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España España · Valladolid
Voto de Tony_clifton:
9
Drama Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena y su amigo Mick, un director de cine al que le cuesta acabar su última película. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar; desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de ... [+]
23 de enero de 2016
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los amantes, como yo, de "La Gran Belleza" fuimos al cine muy llenos de prejuicios. En cualquier caso "La juventud" sería una secuela de las desventuras y desvanecimientos de Jep Gambardella. Esta es la primera sensación al abandonar la sala del cine. Pero poco a poco, al ir charlando y rememorando, se desvelan brillos y texturas muy alejados del film protagonizado por Toni Servillo. No obstante la conclusión (si es que puede hablarse de semejante cosa en el cine de Sorrentino, que tanto se gusta en las reflexiones abiertas y las imágenes que refutan los discursos) es esencialmente la misma: inspiración como subproducto del amor, arte como sublimación de las bellas vilezas de la carne y, finalmente, esperanza como una trágica y digna renuncia a la vida (contrapuesta a una renuncia banal y servil, casi animal).

Pero fijémonos en esos "nuevos brillos": en primer lugar, "La juventud" es un paseo cinematográfico sosegado y apacible, con puntos de excentricidad que te permiten comprender lo relajado que estás. En "La Gran Belleza", es más bien, justo lo contrario.

En segundo lugar, la pareja protagonista, Fred (M. Caine) y Mick (H. Keitel), ofrecen una ampliación de los caracteres e impresiones que albergaba en elegante conflicto el corazón de Jep Gambardella (T. Servillo). Fred, director de orquesta y compositor jubilado, es indudablemente el artista apolíneo, cuya serenidad se mantiene en todas las facetas de su personaje. Sin embargo nos es lícito ver en sus lágrimas y en sus comentarios sobre la vida la vulnerabilidad del armónico equilibrio que tiene como fachada. Con todo esto su arte no deja de estar enfrentado a la vida, sea como negación o como sublimación. Frente a él, el genial director de cine Mick, que basa todo su arte en sus impulsos y deseos. Mientras Fred ha dedicado toda su obra a la construcción de una armonía que plasme, en otro orden trascendental, sus emociones y esfuerzos, Mick se ha dejado llevar por sus pasiones, sin un afán consciente de inmortalidad moral y estética, hasta el punto de ser autodestructivo con una sonrisa de oreja a oreja. La duplicación de estas dos tendencias del arte y de la vida, es un punto a favor del nuevo film de Sorrentino (y, sobra decirlo, es posible gracias a las geniales interpretaciones de ambos actores).

En tercer y último lugar el hedonismo cínico de "La Gran Belleza" expresado en la fútil y ansiosa búsqueda de Jep, se ha sustituido aquí por un estoicismo romántico que sentimos tan profundamente como los valles que rodean al hotel-balneario en que se desarrolla la película. ¿Por qué "hedonismo cínico" y "estoicismo romántico"?
En "La Gran Belleza" veíamos a un hombre metido hasta el cuello en un ambiente de placeres mundanos, que él, por mucho que diga, ansia y desea; y sin embargo, es del todo incapaz de disfrutar. Es normal, es viejo y además inteligente, quizás demasiado. No le queda otra salida que el cinismo, no más solución que un envanecimiento absurdo que dignifique su triste vida.
En "La Juventud", tenemos a dos hombres, cuyo "último idilio" es babear ante la imagen de miss universo bañándose desnuda. Están definitivamente acabados (aunque tal vez no tanto como ese Maradona marxista). Los placeres que se ofrecen en el balneario son limitados y están en el orden de lo intelectual, en ningún caso de lo sensible. Pero esto no es algo malo, no, claro que no (aun cuando Stravinsky diga que los intelectuales no tiene buen gusto [que, por cierto, es un comentario digno de un "intelectual"]). Al desaparecer toda posibilidad de un hedonismo sensual, de la delectación de la belleza limitada de las formas, se les abre el corazón al sentimiento al que tantas páginas e imágenes dedicaron los románticos: "lo sublime". El paisaje de los Alpes Suizos (Sennacour, por ejemplo) en la lejanía de la vejez (excelente metáfora la de los prismáticos) deja entrever la posibilidad de desbordar las capacidades humanas. Pero, indudablemente, nuestros protagonistas son escépticos, como no podía ser de otra manera, y ahí radica su estoicismo. Ellos eligen enmarcarse en esa parcela de la vida en la que las esperanzas románticas siguen ahí, pese a la insuperable lejanía de las mismas. Aunque hay una nota de pesimismo, al igual que en "La Gran Belleza", en el hecho de que ellos no eligieron nacer, independientemente de cómo se las hayan "arreglado en la vida".
Lo cierto es que los estoicos no son los personajes (que también), sino la película en sí: hay que aceptar la vida, jugar al juego de la libertad humana como buenamente se pueda, si es artísticamente mejor, y acabar nuestros días en la plácida y racional contemplación de todo aquello que queda tan lejos de nuestro presente: el pasado de la juventud o lo sublime intemporal.

En definitiva, como buenos amigos que somos, no deberíamos sino contarnos solamente las cosas buenas.
Tony_clifton
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