Guerras y amores fatídicos se cruzan en esta película premiada con 9 Oscar, entre ellos mejor película. Dirigida por Anthony Mingella y basada en una novela de Michael Ondaatje. Se apoya en una puesta estrictamente clásica y un sólido elenco.

Por Nicolás Bianchi

Desde la tercera década del siglo XXI es inevitable sentir una distancia abismal con respecto al tipo de historia y película que es The english patient. Hoy en día, esta obra luce más cercana a films de la primera mitad del siglo XX que al mainstream actual. Esto se debe a lo que cuenta y a cómo lo hace. Si bien no se trata de una obra memorable como Casablanca (1942), hay algunos hilos narrativos que se repiten.

En primer lugar, la guerra, en este caso la Segunda Guerra Mundial, aparece como contexto, pero no en el centro de la cuestión. Por otra parte, hay una relación amorosa marcada a fuego, desmedida como todo lo que sucedió en el siglo pasado. Casablanca tiene escenas, personajes y líneas de diálogo memorables. The english patient no, aunque no por eso deja de ser una película de calidad.

Al finalizar la guerra el paciente inglés del título (Ralph Fiennes) es derribado en un avión en medio del desierto norteafricano. Completamente quemado, es salvado por unos beduinos que luego lo entregan a un regimiento de los aliados. El hombre dice no recordar quién es ni cómo llegó a esa situación. En su vida solo restan algunos días o semanas de agonía, durante los que queda a cargo de la enfermera Hana (Juliette Binoche), que ha perdido tanto a su marido como a su mejor amiga.

El nudo del relato pasa por los flashbacks en los que se cuentan las peripecias de Almasy (ese es el nombre del paciente inglés), miembro de una sociedad de geógrafos y arqueólogos ingleses a los que la guerra sorprendió buscando cuevas con pinturas rupestres en medio del desierto. Si bien este hombre, de procedencia húngara, no es un militar, está entrelazado con el resto del aparato colonial británico en la zona.

En esta expedición, Almasy conoce a Katharine (Kristin Scott Thomas), una mujer casada con un diplomático, agente y espía británico. La atracción mutua pronto da cauce a un romance apasionado pero prohibido. Al seguir sus deseos, Almasy pierde por completo la compostura y se enreda en situaciones que, como es previsible desde un principio, van a deparar en su trágico final.

Más allá de esto, lo más interesante de The english patient está en sus personajes secundarios. Uno de ellos es el simpático Caravaggio (Willem Dafoe), un espía canadiense que ha perdido ambos pulgares a manos de los nazis y que tiene cuentas pendientes con el agonizante Almasy. En este sentido, también resulta refrescante la historia de Hana y Kip (Naveen Andrews, luego famoso por la serie Lost), un oficial británico encargado de desarmar bombas y minas. Ambos son personajes sin pasado en la película pero sí con presente, ya que inician un romance que tiene algunas escenas destacadas. Sobre todo se ve muy bien la que sucede dentro de una iglesia, en la que Kip ha montado arneses para que Hana pueda ver de cerca las obras de arte que visten las paredes.

La realización de The english patient es impecable, todo está bien filmado y además las actuaciones resultan sumamente sólidas. Ahora bien, las 2 horas y 40 minutos son excesivas, aunque seguramente haya sido parte del proyecto diseñar una película a medida de los grandes premios. Para ello, en el siglo XX no podían faltar la guerra y el amor fatal, dos pasiones de los hombres y mujeres de aquel entonces.

La película está disponible en HBO Max y se puede alquilar en múltiples plataformas. Contacto: [email protected]