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España España · Tenerife
Voto de Quevedo:
8
Romance. Drama Desde que se conocieron en 1912, Jules (Oskar Werner) y Jim (Henri Serre) se hicieron amigos tan inseparables que se enamoraron de la misma mujer (Jeanne Moreau). Uno de ellos se casa con ella. Obra muy representativa del cine francés de los sesenta, que constituye un canto al amor y la pasión. (FILMAFFINITY)
23 de mayo de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los años 60 del siglo XX fueron años de grandes cambios y revoluciones en todos los niveles, y también de una profunda ruptura con el pasado, tanto en lo social, en lo político, en lo económico como en lo artístico; y se podría perfectamente hablar de un antes y un después de todo ello a partir de este decenio. La Modernidad arrolla por donde quiera que pasa y su avance es terrible e imparable; "que se hagan a un lado los que no puedan aportar nada nuevo -decía más o menos Dylan-; los tiempos están cambiando".

En cine, esta ruptura con los planteamientos anteriores, en Europa, la representa sobre todo el cine francés, que se inventa un nuevo modo de contar las historias y afrontar los problemas de siempre. Y no solo eso, propone otra manera de hacer frente a las relaciones interpersonales, ya sea a nivel individual o colectivo. Además, claro, de adoptar unos patrones estéticos del todo innovadores. Jules et Jim es un claro ejemplo de ello.

La pareja convencional no funciona; el matrimonio, antes o después, arruina el amor y la hipocreía y los convencionalismos acaban defenestrando los sentimientos más puros. Catherine (la verdadera protagonistra) lo sabe, y cree que debe existir otra manera diferente de enfrentar su vida amorosa, y salir indemne, ser feliz. Catherine, en realidad, está imposibilitada para llegar a la felicidad por los caminos convencionales; ama a dos hombres, dos amigos, pero en realidad ama a muchos muchos más. No es una mujer caprichosa, no es una mujer frívola; es una mujer que se está buscando a sí misma y no se encuentra. Es una mujer muy sincera y visceral, incapacitada para pertenecer y darse a un solo y único hombre, y estas dos características de su carácter serán sin duda su perdición. Los seres humanos viven supeditados a su comportamiento y son siempre prisioneros de sus propias circunstancias y contradicciones.

Jules et Jim también es la historia de una amistad. Y aquí también la amistad se eleva por encima de las convenciones, una amistad que raya la perfección porque está por encima de los celos y las envidias. Los personajes se aman por encima de todo, comparten el amor de la misma mujer y se cuentan sin tapujos ni hipocresías los propios sentimientos más íntimos.

Quizás Truffau haya contado todo esto de un modo un tanto naïf para mi gusto, y las interpretaciones resulten poco realistas y bastante teatrales a mi parecer, pero ello no es óbice para que el resultado final sea verdaderamente compacto y la película se haya convertido ya en un verdadero clásico por derecho propio.
Quevedo
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