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Voto de Federico_Casado:
5
Thriller. Acción Jason Bourne ha recuperado su memoria, pero eso no significa que el más letal agente de los cuerpos de élite de la CIA lo sepa todo. Han pasado 12 años desde la última vez que Bourne operara en las sombras. Pero todavía le quedan muchas preguntas por responder. En medio de un mundo convulso, azotado por la crisis económica y la guerra cibernética, Jason Bourne vuelve a surgir, de forma inesperada, cuando desde el pasado reaparece Nicky ... [+]
31 de julio de 2016
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente ésta sea una de las franquicias que más haya hecho por el cine de acción, de espías y aventuras. Una completa renovación del thriller, de la mano de las novelas de Robert Ludlum que adaptadas con tino por Paul Greengrass han sido un revulsivo para este género –cuando no para otras franquicias como la de James Bond, que se tuvo que poner las pilas si no quería perder público…-.
Dejando claro de antemano todos los logros de la saga –incluyendo la creación de un superagente secreto amnésico- siempre me pareció algo excesiva: los géneros cinematográficos, sean los que sean, han de tener momentos álgidos, pero otros en los que al espectador se le deje “descansar”, y es precisamente lo que no hace Greengrass en sus películas. Prácticamente desde la primera secuencia Bourne, Jason Bourne (curiosamente, con las mismas iniciales de Bond, James Bond… y encima, la frase publicitaria de la película es “Conoces su nombre”, cuando precisamente el tema principal de la película de 007, “Casino Royale” de Chris Cornell es “You know my name” –“Conoces mi nombre”-…) no para de correr, golpear, conducir, disparar, pelear. Un no parar, vamos. Es realmente agotador ver cómo prácticamente en ninguna secuencia Bourne no se detiene, ni cesa por un momento su persecución a muerte.
Intentando olvidar a Michael Bay, el británico Greengrass parece que ha tomado parte de esa costumbre de mover mucho la cámara y hacer un montaje caótico para así mostrar más y mejor las secuencias de acción, y es todo lo contrario: llega un momento en que no vemos absolutamente nada, ni las espectaculares secuencias de persecuciones de coches o motos, ni las coreografías de las peleas, ni nada de nada. Se convierte todo en un batiburrillo de ráfagas, imágenes que casi no distinguimos, y sonidos atronadores que nos hacen casi saltar del asiento.
¿Es en eso en lo que se ha convertido el cine de acción en el siglo XXI? ¿Acaso han cogido las costumbres de los cines IMAX, para mostrar las imágenes cuanto más grandes y en movimiento mejor? Lo peor es que esta tendencia no solo está en las secuencias de acción, sino que en los momentos de diálogos, de información de la trama… ¡¡¡la cámara tampoco deja de moverse!!! Vamos, como si no existieran los trípodes. Le recomendaría a Greengrass que viera algunos títulos míticos del cine de acción, como “Terminator 2” donde vemos prácticamente plano a plano todas secuencias de acción perfectamente detalladas, o la saga “Matrix”, que no es que sea propiamente acción, pero las peleas y coreografías son realmente impresionantes y por movidas y excesivas que sean –de hecho, seguramente las más excesivas de la historia del cine…- tenemos tiempo sobrado para ver todo a la perfección. Esa tendencia a mover tanto la cámara –y vuelvo a recordar a Michael Bay…- no solo es un gran error, sino que además impide que el espectador vea prácticamente nada, y encima provoca en muchos casos, un gran mareo. Es más, sería capaz de apostarme una suma de tres cifras con cualquiera que fuera al un cine a ver “Jason Bourne” y se pusiera más cerca de la mitad de la sala a la pantalla con que no podrá ver (ni distinguir) casi nada de toda la película…
En cuanto al argumento, hay una leve evolución: mientras que en entregas anteriores Jason Bourne (o David Webb, el nombre original del soldado que reclutaron para este bizarro programa de investigación de la CIA) no recuerda nada de su pasado e intenta desesperadamente saber quién es, ahora ya lo recuerda todo y quiere tomar justa venganza de lo que él considera –con razón- el destrozo de toda su vida. Un avejentadísimo Tommy Lee Jones ahora es el jefe y capitoste de los servicios secretos y una jovencita que dirige la división de inteligencia informática de la agencia será quien ayude al protagonista. A todo ello añadamos una línea argumental de un gurú de las redes sociales que pone en entredicho la privacidad de la misma…
Y el resto son carreras, peleas, tiros, guantazos de los que te hacen temblar hasta los empastes, choques brutales y poco más. Ahora el sicario amargado que se ha de enfrentar a Bourne es el ex de Monica Bellucci, Vincent Cassell, que borda el papel cuyo enfrentamiento con Bourne se salda con … ¿qué esperabas? (habiendo estado casado con la Bellucci, cada guantazo que le daba Matt Damon me supo a gloria…).
En definitiva, es lo que es: un magnánimo y caro juguetito con cierto estilo y algo de enjundia, que certifica la buena salud de la franquicia y asegura a Matt Damon varias películas más (por supuesto, con su cara llenando el cartel, ya que exige por contrato que su cara ocupe más del 60% de la superficie del cartel de sus películas –esto no es una broma, es real como la vida misma…-).
Federico_Casado
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