Media votos
6,3
Votos
4.328
Críticas
66
Listas
29
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Lluís:
8
6,2
1.842
Drama
Madrid, años 40. Pedro es un médico joven que trabaja en un centro oficial de investigación sobre el cáncer utilizando cobayas procedentes de Norteamérica. Cuando se queda sin los conejillos de Indias, el conserje del centro le aconseja que recurra a "El Muecas", un amigo suyo que ha criado una pareja de cobayas con el fin de venderla. (FILMAFFINITY)
20 de febrero de 2013
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película nos ofrece la oportunidad de acompañar al joven Pedro en su aventura personal que invita al espectador a conocer la realidad social de la urbe de la posguerra española, abarcando sus andaduras por un trágico recorrido que lo mareará en idas y venidas a partir de la clarísima diferencia de clases existente en la época (y la cual llega hasta nuestros días).
Un exceso de teatralidad en las actuaciones, patentemente visible en el personaje de la abuela, la gitanilla o al que da vida Juan Echanove, no hace sino acentuar aun más la sensación de realidad ante lo que está viendo el público, invitándole a pensar que lo que está visionando es una representación irreal de la realidad más real que la realidad misma (algo así como lo que hizo Bergman en sus películas, salvando clarísimamente las distancias, antes de que me enterréis a valoraciones negativas por tan osada comparación, entre el maestro sueco y el director español).
La clase social más baja entra en la vida de Pedro por interés meramente laboral y no siente más que una inquietante curiosidad por aquello que le puede ayudar a elaborar un análisis favorable sobre sus teorías en su investigación. La falta de dignidad humana, respeto y razón no son más que meros defectos que perviven en este estamento y no preocupa en absoluto al bueno del médico. Se topa ante ellas y la sensación que transmite es de pasividad. Entra en su mundo, no se siente a gusto, no reflexiona sobre él, soporta una amenaza sin querer inmiscuirse en el por qué de ésta y la abandona cuanto antes mejor.
La segunda clase social, la clase media, se presenta ante él reconociéndolo como superior y como objeto de deseo. La abuela (acertadísimo personaje), insta fehacientemente a su nieta a conquistarlo, viéndolo casi como un sustituto de su fallecido marido, el cual encarnaba los valores morales de los que ha de poseer un “caballero”. No se trata sino más que de un deseo (quizás totalmente innato, es una perra vieja) de emparentar a su nieta con todo un médico, un hombre claramente de una clase social superior.
Por último tenemos la clase social más acomodada y más burlescamente descrita. La razón, la elocuencia y la cultura no son utilizadas por estas personas como grandes bienes para la humanidad (exceptuando a Pedro) sino como una manera de marcar un claro distanciamiento con las clases inferiores. La satisfacción que siente el amigo de Pedro exagerando y deformando forzadísimamente su esnobismo no es más que el reflejo de una vida vacía, vaga y aburrida la cual tan solo puede ser edulcorada por el alcohol, las casas de putas y la pseudointelectualidad. La madre del joven dice claramente que su hijo no es más que un vago, por muy inteligente que sea. Un hijo de papá que vive de sus apellidos. La escena en la que observan atónitos un espectáculo conceptual en el que divisan una manzana en diferentes perspectivas y diferentes planos personales siendo éste un mismo ente en sí les hace regocijarse de su intelectualidad, claramente banal y retrasada (respecto a las vanguardias históricas). Todo este mundo de intelectualidad se desmorona en cuanto Pedro habla sobre sus estudios y el presunto intelectual le presta la más mínima atención.
Un exceso de teatralidad en las actuaciones, patentemente visible en el personaje de la abuela, la gitanilla o al que da vida Juan Echanove, no hace sino acentuar aun más la sensación de realidad ante lo que está viendo el público, invitándole a pensar que lo que está visionando es una representación irreal de la realidad más real que la realidad misma (algo así como lo que hizo Bergman en sus películas, salvando clarísimamente las distancias, antes de que me enterréis a valoraciones negativas por tan osada comparación, entre el maestro sueco y el director español).
La clase social más baja entra en la vida de Pedro por interés meramente laboral y no siente más que una inquietante curiosidad por aquello que le puede ayudar a elaborar un análisis favorable sobre sus teorías en su investigación. La falta de dignidad humana, respeto y razón no son más que meros defectos que perviven en este estamento y no preocupa en absoluto al bueno del médico. Se topa ante ellas y la sensación que transmite es de pasividad. Entra en su mundo, no se siente a gusto, no reflexiona sobre él, soporta una amenaza sin querer inmiscuirse en el por qué de ésta y la abandona cuanto antes mejor.
La segunda clase social, la clase media, se presenta ante él reconociéndolo como superior y como objeto de deseo. La abuela (acertadísimo personaje), insta fehacientemente a su nieta a conquistarlo, viéndolo casi como un sustituto de su fallecido marido, el cual encarnaba los valores morales de los que ha de poseer un “caballero”. No se trata sino más que de un deseo (quizás totalmente innato, es una perra vieja) de emparentar a su nieta con todo un médico, un hombre claramente de una clase social superior.
Por último tenemos la clase social más acomodada y más burlescamente descrita. La razón, la elocuencia y la cultura no son utilizadas por estas personas como grandes bienes para la humanidad (exceptuando a Pedro) sino como una manera de marcar un claro distanciamiento con las clases inferiores. La satisfacción que siente el amigo de Pedro exagerando y deformando forzadísimamente su esnobismo no es más que el reflejo de una vida vacía, vaga y aburrida la cual tan solo puede ser edulcorada por el alcohol, las casas de putas y la pseudointelectualidad. La madre del joven dice claramente que su hijo no es más que un vago, por muy inteligente que sea. Un hijo de papá que vive de sus apellidos. La escena en la que observan atónitos un espectáculo conceptual en el que divisan una manzana en diferentes perspectivas y diferentes planos personales siendo éste un mismo ente en sí les hace regocijarse de su intelectualidad, claramente banal y retrasada (respecto a las vanguardias históricas). Todo este mundo de intelectualidad se desmorona en cuanto Pedro habla sobre sus estudios y el presunto intelectual le presta la más mínima atención.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Todo este viaje se entremezcla, con una visita a la cárcel de por medio y es resuelto, en un final desolador, en el que la prometida de Pedro, que con ahínco consigue liberarle de la prisión, con ayuda de la madre de la gitanilla, es asesinada. Cuando creemos que la frialdad y la mente exageradamente racional de Pedro es capaz de abrirse al amor, el triunfo de la sinrazón, la pobreza y el abandono (recordemos que son las clases sociales las que ignoran a las más bajas) acaban trágicamente con la virtud y el amor que reside en el personaje que encarna Victoria Abril, la cual nos hace pensar que lo que siente por Pedro no es solo fruto del deseo de su abuela sino fruto de sus sentimientos.
No tan solo esto nos deja un mal sabor de boca irremediable, sino la frialdad y la falta de humanidad que muestra Pedro ante el cadáver de su prometida, siendo incapaz de exteriorizar sus sentimientos.
Finalmente su vida acaba igual que cuando empezó la película, dedicándose íntegramente a su trabajo, eso sí, mucho más infeliz que entonces.
No tan solo esto nos deja un mal sabor de boca irremediable, sino la frialdad y la falta de humanidad que muestra Pedro ante el cadáver de su prometida, siendo incapaz de exteriorizar sus sentimientos.
Finalmente su vida acaba igual que cuando empezó la película, dedicándose íntegramente a su trabajo, eso sí, mucho más infeliz que entonces.