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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de Maija Meier:
10
Ciencia ficción. Drama. Terror Cuando la especie humana se adapta a un entorno artificial, el cuerpo humano es objeto de nuevas transformaciones y mutaciones. Con la ayuda de su compañera Caprice (Léa Seydoux), Saul Tenser (Viggo Mortensen), célebre artista performativo, escenifica la metamorfosis de sus órganos en espectáculos de vanguardia. Timlin (Kristen Stewart), una investigadora de la Oficina del Registro Nacional de Órganos, sigue de cerca sus prácticas. Es ... [+]
4 de julio de 2022
12 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién hubiera pensado que en el año 2022 presenciaríamos un evento histórico para la industria del cine? Crimes of the future, estrenada hace a penas un mes, marca un antes y un después en la historia cinematográfica. Haber observado esto es el equivalente al instante en que los oyentes vieneses presenciaron por primera vez la Novena Sinfonía en aquel lejano 1824, o cuando los espectadores norteamericanos presenciaron por primera vez Odisea en el espacio, de Kubrick. Sinceramente, creo no exagerar si afirmo que este largometraje debería pasar al Registro de la Memoria del Mundo, de la Unesco, como herencia espiritual de la humanidad.

David Cronenberg, su director, el maestro, nos presenta una película magna, a puro terror ontológico. Enmarcada dentro del género del horror-sci-fi, explora con suma elegancia los laberintos siniestros de la psicología humana, pintando un cuadro teórico de las posibilidades de la mente del futuro.

Las sutilezas de los personajes están talladas con magnificencia, a tal punto que logra recrear un nuevo sentido común oscuro. Gestos, miradas, distancia, toda una «egrégora» maldita que constituye una normalidad aterradora. En nosotros, espectadores del presente, obtiene su cometido. Nos sumerge en el asombro, en la sorpresa del extrañamiento producida por un desfase temporal inmenso. Equivalente a que agarremos a una persona del s.XV y la traigamos a nuestro tiempo. El misterio de los acontecimientos que presenciamos en el hilo argumental supone esa «ostranenie» fílmica: el sentido artístico. No obstante, una luz frágil resuelve tenuemente nuestros misterios ficcionales a medida que transcurre el guión.

La música, por otro lado, es perfecta. Howard Shore logra el climax en cada escena. Sonidos sombríos que nos rememoran un futuro incierto, en el sentido que recordamos la angustia de la incertidumbre. Los matices de música electrónica en «Body is reality» y «Klinek» reproducen musicalmente la ciencia ficción dura.

La dirección de fotografía es arte puro. Los colores, los contrastes, todo rima en esta obra poética con la temática nocturna. Una melancolía desolada invade cada escenario, y cada toma es una pieza artística en sí misma. El descuido de los establecimientos parece enunciar la metáfora de la ruina de una humanidad que adolece su propio rumbo. De esta forma se expresan temas de la estética cyberpunk, pero en su fase avanzada. Es decir, en su etapa final de decadencia. Ya no hay luces que nos deslumbran, más bien una tristeza muda. Sombras y luces cálidas que contrastan con la frialdad acelerada del mundo.

Dicho esto, encontramos rasgos de Haneke en la forma del aproximamiento de los personajes, en la silenciosa intimidad. También hay características de David Lynch a la hora de deformar el significado, y el epílogo, esa iluminación arrogante y temible, evoca en primera instancia la locura humana, cual un homenaje a Eraserhead. Es que, todo esto y más es, justamente, David Cronenberg. Sin embargo, yace un ambiente particularmente kafkiano en esta horrenda trama, bellamente horrenda, donde lo más cercano al ojo de nosotros, espectadores privilegiados de semejante maravilla, es la cercanía de las relaciones sociales ante nos. Quiero decir, no hay autos, no hay armas de fuego, no vemos, mejor dicho, ni edificios o producciones de paisajes metropolitanos que buscan un impacto superficial en el televidente, sino más bien cercanía neta entre seres humanos distantes, frágiles, reprimidos, y sobre todo, vacíos. Lo lejano es invisible; es el poder, cuya mínima representación lo encarna la oficina del Registro Nacional de Órganos. Esta lejanía atroz nos convierte en insectos que, a pesar de todo, viven. Hay una suerte de temor sagrado. Lo temerario es esta supervivencia a pesar de la vacuidad del espíritu humano. La inevitabilidad del porvenir es temeraria.

Saul Tencer, en su vestimenta, nos permite especular literariamente sobre su caracterización: una metáfora terrible de la evolución. El signo vivo del fin de la humanidad..., para dar paso a algo nuevo. Un nuevo principio para nuestra especie.

La belleza es suprema. Una película nocturna que merece una calificación de diez estrellas sin pensarlo siquiera. Preparen e lambiente y la noche y vean, o vuelvan a ver, esta magistral obra de arte. Lúcidos, fumando maría, cenando, bebiendo vino, pero como sea, en un ambiente nocturno y silencioso.
Maija Meier
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