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Voto de clapton:
8
14 de diciembre de 2014
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como cada año, nos ha llegado por estas fechas la tradicional entrega con la que nuestro director favorito tiene a bien obsequiarnos desde hace ya más de 30 años. ¡Qué pesado, otra vez las mismas manías de siempre!, dirán muchos. En efecto, nosotros, sus incondicionales seguidores, no esperamos ya grandes cambios ni sorpresas, aunque no será la primera vez que nos llevamos algún regalo inesperado cuando ya pensábamos que la creatividad del genio estaría ya agotada.
Cierto que es que eso provoca inevitablemente acudir al cine con las expectativas altas, muy altas. Y que eso provoca fácilmente, en un primer momento ciertas dosis de decepción: “vaya, este año no toca obra maestra”. Para luego derivar en un matizado “vaya, esta pequeña obra maestra de la cinematografía actual no es tan anonadante como yo deseaba”.
Porque, queridos lectores, si estuvieramos ante un director primerizo y desconocido, podéis estar seguros de que esta película correría como la pólvora por todos los circuitos “cool” del arte y ensayo.
Pero claro, hemos venido a ver una nueva obra del afamado genio... exigimos genialidad a raudales, si no a ver ¿por qué esos pesados e infatigables fans no se rinden al desaliento y continúan acudiendo en masa a ver sus películas?
Pues por eso, porque sean obras menores o mayores, la entrega anual del maestro siempre nos enriquece, nos alecciona, nos satisface de un modo u otro.
Yo particularmente tengo mi propia imagen de Woody. Un señor de casi 80 años, que cada año comparte conmigo sus reflexiones sobre la Vida, el Universo y Todo Lo Demás, y su buen hacer cinematográfico, por lo cual no puedo sino estarle agradecido. Es como acudir a una lección magistral del venerable y anciano gurú del monasterio budista. Maestro, ¿de qué nos vas a hablar hoy?
Pues hoy el maestro anda inquieto, porque va a cumplir esos 80 años, y va viendo que le queda poco en el convento. Y quieras que no, todos reflexionamos en un momento u otro: ¿Vale la pena creer en algo, en el Mas Allá, en la vida después de la muerte, en Dios? Pascal, Nietzsche, Hobbes, Dickens, Beethoven, Freud, Hitchcock, son algunos de los referentes con que nuestro sabio anciano nos adereza hoy su relato. Un relato que como suele ser ya habitual, adopta la forma de una amable fábula o cuento, como también hacia otro gran maestro, Eric Rohmer. Y que por si fuera poco, nos ameniza con pequeñas bromas, nos las envuelve en exquisita ambientación y fotografía y en una banda sonora que es por sí sola toda una lección de musicología regalo de la casa.
Disculpen ustedes, pues, si el ritmo del relato de este anciano autor no es trepidante. Si repite quizá innecesariamente el discurso en boca de diferentes personajes, si la puesta en escena es de un clasicismo cercano a una obra de Molière. Disculpen ustedes si hoy toca hablar de filosofía o de religión... vaya... que eso no pega con mi bolsa de palomitas... y ¡no hay explosiones ni puñetazos! ¡Vaya una estafa!
Cierto que es que eso provoca inevitablemente acudir al cine con las expectativas altas, muy altas. Y que eso provoca fácilmente, en un primer momento ciertas dosis de decepción: “vaya, este año no toca obra maestra”. Para luego derivar en un matizado “vaya, esta pequeña obra maestra de la cinematografía actual no es tan anonadante como yo deseaba”.
Porque, queridos lectores, si estuvieramos ante un director primerizo y desconocido, podéis estar seguros de que esta película correría como la pólvora por todos los circuitos “cool” del arte y ensayo.
Pero claro, hemos venido a ver una nueva obra del afamado genio... exigimos genialidad a raudales, si no a ver ¿por qué esos pesados e infatigables fans no se rinden al desaliento y continúan acudiendo en masa a ver sus películas?
Pues por eso, porque sean obras menores o mayores, la entrega anual del maestro siempre nos enriquece, nos alecciona, nos satisface de un modo u otro.
Yo particularmente tengo mi propia imagen de Woody. Un señor de casi 80 años, que cada año comparte conmigo sus reflexiones sobre la Vida, el Universo y Todo Lo Demás, y su buen hacer cinematográfico, por lo cual no puedo sino estarle agradecido. Es como acudir a una lección magistral del venerable y anciano gurú del monasterio budista. Maestro, ¿de qué nos vas a hablar hoy?
Pues hoy el maestro anda inquieto, porque va a cumplir esos 80 años, y va viendo que le queda poco en el convento. Y quieras que no, todos reflexionamos en un momento u otro: ¿Vale la pena creer en algo, en el Mas Allá, en la vida después de la muerte, en Dios? Pascal, Nietzsche, Hobbes, Dickens, Beethoven, Freud, Hitchcock, son algunos de los referentes con que nuestro sabio anciano nos adereza hoy su relato. Un relato que como suele ser ya habitual, adopta la forma de una amable fábula o cuento, como también hacia otro gran maestro, Eric Rohmer. Y que por si fuera poco, nos ameniza con pequeñas bromas, nos las envuelve en exquisita ambientación y fotografía y en una banda sonora que es por sí sola toda una lección de musicología regalo de la casa.
Disculpen ustedes, pues, si el ritmo del relato de este anciano autor no es trepidante. Si repite quizá innecesariamente el discurso en boca de diferentes personajes, si la puesta en escena es de un clasicismo cercano a una obra de Molière. Disculpen ustedes si hoy toca hablar de filosofía o de religión... vaya... que eso no pega con mi bolsa de palomitas... y ¡no hay explosiones ni puñetazos! ¡Vaya una estafa!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Como todas las películas de Woody, yo necesito verla al menos dos veces para captar todos sus detalles y guiños. Sólo la he visto una vez, de modo que seguro me dejo cosas en el tintero.
Comentar en primer lugar que, según su costumbre, Woody vuelve a utilizar recursos ya usados en obras anteriores. De hecho creo que es consciente de ello y se trata de una especie de ejercicios de estilo, de interpretar una idea básica bajo diferentes formas, al igual que un músico interpreta diferentes versiones de una misma pieza musical.
En este caso tenemos:
-A l personaje protagonista, que nos recuerda claramente al de Larry David en “Whatever works”, (“Si la cosa funciona”).
- La idea de la relación perfecta o “pareja ideal” que por algún inexplicable motivo no nos satisface y por el contrario nos lanzamos hacia algo que según la lógica no va a funcionar, pero que -mágicamente, a la luz de la luna-, nos motiva mucho más, también ha sido utilizada en muchos otros de sus relatos.
- La escena de la tormenta que acaba en el observatorio astronómico, claramente nos recuerda a Diane Keaton y Woody en "Manhattan" corriendo a refugiarse en el Planetarium tras una repentina lluvia en Central Park.
Y genial la imagen hitchcockiana del enhiesto telescopio-verga apuntando a la hendidura astronomico-vaginal, con el celestial firmamento al fondo... “Yo lo encuentro muy romántico”, - le hace pronunciar malvadamente a la joven protagonista...
En fin... relajaos, disfrutadla, sonreid.
Comentar en primer lugar que, según su costumbre, Woody vuelve a utilizar recursos ya usados en obras anteriores. De hecho creo que es consciente de ello y se trata de una especie de ejercicios de estilo, de interpretar una idea básica bajo diferentes formas, al igual que un músico interpreta diferentes versiones de una misma pieza musical.
En este caso tenemos:
-A l personaje protagonista, que nos recuerda claramente al de Larry David en “Whatever works”, (“Si la cosa funciona”).
- La idea de la relación perfecta o “pareja ideal” que por algún inexplicable motivo no nos satisface y por el contrario nos lanzamos hacia algo que según la lógica no va a funcionar, pero que -mágicamente, a la luz de la luna-, nos motiva mucho más, también ha sido utilizada en muchos otros de sus relatos.
- La escena de la tormenta que acaba en el observatorio astronómico, claramente nos recuerda a Diane Keaton y Woody en "Manhattan" corriendo a refugiarse en el Planetarium tras una repentina lluvia en Central Park.
Y genial la imagen hitchcockiana del enhiesto telescopio-verga apuntando a la hendidura astronomico-vaginal, con el celestial firmamento al fondo... “Yo lo encuentro muy romántico”, - le hace pronunciar malvadamente a la joven protagonista...
En fin... relajaos, disfrutadla, sonreid.