Cine palomitero en estado puro, con Channing Tatum erigido como nueva estrella del cine de acción, Jamie Foxx apostando por su lado camaleónico haciendo ahora de presidente con traje y tenis y Maggie Gyllenhaal haciendo un buen papel como agente de los Servicios Secretos. En los malos, James Woods diciéndonos que "quien tuvo, retuvo" y Jason Clarke como el villano físico, el que aporta músculo a la historia. Entre medio, la Casa Blanca profanada de todas las maneras posibles: bombardeada, tiroteada, destrozada, incendiada... Hasta hay tiempo para una persecución en coche por sus jardines con el vuelo (y posterior aterrizaje en la piscina) de la limusina presidencial.

Lo que iba a ser una mañana de búsqueda de trabajo (nada más y nada menos que en la Casa Blanca) y reconciliación con su hija de 11 años, se convierte en una trama imposible y macarra, gamberra y sin escrúpulos, con auténtica acción y giros de los que no deberíamos preguntarnos el 'por qué', porque es lo que tienen estas películas, que entretienen sin más. Y para nada se me ha hecho larga a pesar de durar más de dos horas. Aconsejable por entretenida. No aconsejable para aquellos a los que este género no les interese o les aburra, que después siempre vienen los lloros en forma de críticas.