Más que una película del neorrealismo la veo cómo un bonito e inocente cuento. Tiene todo lo que ha de tener una película neorrealista, ciudad deshumanizada, personajes pobres, mucha miseria, pero nada de sufrimiento y desesperación.
A pesar del sabor demasiado azucarado y almibarado que te deja ésta película, te hace reir y pasar un rato agradable, que ya es algo. Totó, es un chaval bueno, bueno hasta la médula, tanto que te hace pensar si es excesivamente inocente, pero te cae bien y te contagia su ingenuidad y forma de ver la vida, como le pasa al resto de personajes que crean un barrio de chabolas, donde tienen cabida toda clase de marginados sociales que construyen un pequeño mundo donde son felices y disfrutan de los pequeños detalles de la vida, cómo una puesta de sol.
Milagro en Milán, es un bonito cuento para reir, no apto para aquellos que ven la vida en negro y desprecian palabras, cómo bondad, inocencia, esperanza o un simple buenos días.