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Voto de Sergio Berbel:
10
Romance. Drama George Eastman (Montgomery Clift), un joven sin recursos, consigue un trabajo gracias a un pariente lejano, el rico industrial Charles Eastman (Herbert Heyes). El empleo es un puesto en su fábrica, pero tan modesto que le impide la entrada en su círculo social. A pesar de ello, el joven conoce a Ángela Vickens (Elizabeth Taylor), una bellísima aristócrata de la que se enamora. Pero George tiene novia, una humilde empleada de la fábrica, ... [+]
22 de noviembre de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Un lugar en el sol” es uno de los más grandes melodramas de la historia del cine. Con los elementos que la componen hubiera resultado difícil no llegar a serlo: parte de un espléndido texto literario, uno de los mejores de la literatura norteamericana como es “Una tragedia americana” de Theodore Dreiser; se encargó su traslación al cine a uno de los más grandes artesanos de Hollywood, George Stevens (“Gigante”); y se encomendó la interpretación de sus protagonistas a Montgomery Clift y Elizabeht Taylor, ni más ni menos. Era obvio que estábamos fraguando con semejante operación uno de los más grandes melodramas que se hayan rodado y que obtuvo seis Oscars.

Pero no sólo es importante por lo que supuso y sigue suponiendo en la historia del cine, sino por la semilla que plantó y que ha dado algunos frutos posteriores a su sombra que han marcado la historia del Séptimo Arte. Sin duda, el más inmenso de todos ellos es “Match Point” de Woody Allen, con la que “Un lugar en el sol” tiene varios e importantes elementos comunes.

Y todo para contar la historia de un joven proletario (encarnado por Montgomery Clift) que desea dejar de serlo cuanto antes, motivo por el que se traslada hasta la ciudad donde tienen sus empresas la rica familia de su madre para pedir trabajo. Allí conoce a una chica que también trabaja en la planta más humilde de la compañía pero, conforme se relaciona con sus familiares burgueses, accede a otro mundo y, sobre todo, a una mujer rica y despampanante que lo cautiva desde el primer segundo, interpretada por una jovencísima Elizabeth Taylor, enfrentándose mucho más que brillantemente a su primer papel protagonista. A partir de ese momento, su novia primigenia (la siempre eficaz Shelley Winters) se convierte en un incómodo obstáculo para cambiar de vida.

George Stevens dirige, en un maravilloso blanco y negro fotografiado por William C. Mellor, con la categoría, elegancia y genialidad que caracteriza a un artesano capaz de haber forjado obras maestras del nivel de “Gigante”. Una cinta que sigue resultando, actual, magistral e ineludible para todo amante del cine.
Sergio Berbel
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