Resulta indiscutible que la idea matriz para la ópera prima de Alejo Moreno, uno de los redactores de Días De Cine, era muy interesante. Pero también que todo fracasa y a ratos desbarra cuando decide escoger el camino equivocado para lo que pretende contarnos. Ahora que la prostitución al fin es objeto de debate público, Alejo Moreno decide inteligentemente ir más allá de las prostitutas de saldo a las que acude el proletariado (nadie las ha retratado más y mejor que el dios Fernando León de Aranoa en su indiscutible obra maestra “Princesas) para fijar el foco de atención en una escort de lujo, en esa forma de aparente elevación del comercio del cuerpo de la mujer que casi pareciere más liviana por el hecho de que, quien paga por el uso del sexo de un ser humano no es un pobre, sino la burguesía más arrolladora. Como son ricos, quieren contarnos que el “pecado” es menor, pero no lo es, se trata de exactamente lo mismo pero con otros requisitos físicos y otros precios. Y mientras, se siguen enriqueciendo robando a los pobres, como ocurre con su protagonista masculino.

Alejo Moreno fija su atención en la extraña relación que surge entre Sofía, que se paga su caro Máster prostituyéndose entre hombres adinerados y Hugo, un emprendedor que ha dado el pelotazo de su vida y que pretende comprarlo todo con lo único que tiene y le sobra, el dinero. Entre ambos se va a desarrollar una forma un tanto perturbadora de relacionarse, porque el burgués se enamora de la niña aparentemente pija que se ha metido a puta y cae en el cliché de querer sacarla de esa vida y salvarla. Pero Sofía es mucha Sofía y, sobre todo, tiene un inquietante tatuaje en su pierna con una única palabra: “Diana”. El thriller erótico y psicológico, menor, muy menor, está servido a partir de ahí.

Tanto la dirección como el guión de Alejo Moreno no aportan nada novedoso o que no hayamos visto mil veces, incluido el recurrente recurso al falso documental como arranque de la cinta, del que se podría prescindir y que nada aporta a la narración. Más bien lo contrario, porque resulta tan impostado que acaba alejando al espectador de una forzada credibilidad en un producto difícil de sostener.

Es obvio que destacan sobre el conjunto las interpretaciones de sus dos protagonistas: muy solvente Jorge Roldán en un papel con muchos dobleces y matices; extraordinaria Ana Rujas como Sofía, la que salva de la hecatombe el film otorgando a su personaje una capa de frialdad superficial que hiela la sangre en algún momento. Lo cual otorga una mínima dosis de credibilidad a una vida basada en una pura y continua transacción comercial de su cuerpo.

Más allá de algunos tópicos, algunos de ellos quizás excesivamente machistas desde mi personal criterio, el film no aporta nada que no conozcamos de antemano y sus trompos argumentales finales alejan más que acercan por su compleja verosimilitud.