Desconocía la faceta futbolera del director británico, pero por lo que a mí respecta, nos la podría haber ahorrado. Puede que esté saturado de peloteros, después del coñazo que nos acaban de dar la pasada semana con el partido del siglo. La película me ha parecido un manual de autoayuda encarnado por uno de los jugadores más violentos de la reciente historia de la Premier, Eric Cantona. El tío era bueno, justo es reconocerlo, y no hay duda de que se le daba mejor el balón que la interpretación, porque está para matarlo.

Por lo demás, el rollo nostálgico tontorrón, los dramones familiares tan típicos de Loach, el tono a medio camino entre lo tremebundo y lo irónico, la marginalidad y la familiaridad… yo creo que nunca acaba de funcionar. Me ha resultado carente de interés y, de las ocho o diez películas suyas que he tenido ocasión de ver, es la más floja con diferencia. KL me gusta mucho más cuando la política anda por medio, cuando toma descaradamente partido. Aquí se pierde entre la absurdidad del personaje de Cantona y el patetismo del principal protagonista. Mejora en la segunda parte, pero no deja de tener un punto macarra que no me pega nada en Loach.

Para mitómanos futboleros e hinchas frustrados.