He aquí el eterno dilema: ¿Se puede ser bueno o malo por naturaleza? ¿Existen condicionamientos genéticos o socioeconómicos que nos impulsen a comportarnos de una forma determinada? Yo, la verdad, no lo tengo nada claro. Y quizás por eso mismo siempre me negaré a rechazar cualquier posibilidad de que una mala persona —como Tsotsi— pueda llegar a reconducir su conducta por la razón que sea. Llamémosle revelación, arrepentimiento, redención o lo que os dé la gana. Cualquiera de ellas me sigue pareciendo tan platónica como absolutamente plausible, congruente y hacedera.

¿Soy por ello un idealista? ¿un romántico? ¿un ingenuo? Tal vez. Pero ello no invalida, para nada, mi criterio. Por mucho que éste, o el de Gavin Hood, no aporte nada nuevo a lo que el cine de Hollywood nos ha endiñado toda la vida. Porque sí, señores, “Tsotsi” será todo lo convencional, moralista y sentimentaloide que ustedes quieran, pero eso no la convierte, ni mucho menos, en una mala película. Máxime cuando muchos de nosotros tenemos votadas —en esta misma página— cientos de pelis yankees muy parecidas a ésta con unas notas que te cagas.

Seis merecidas estrellitas, pues, para una peli que compensa su escasa originalidad con una espléndida fotografía, una más que correcta interpretación de su protagonista principal (no profesional, por cierto) y un mensaje de fondo que no por utópico y trillado merece un cate. Digo yo.