No sé hasta qué punto Mark Zuckerberg es tal y como lo pinta “La red social”, pero tengo la sensación de que por ahí van los tiros. Ateniéndome a ello, no me queda otro remedio que sacarme el sombrero y reconocer -una vez más- que David Fincher es un gran cineasta. Y no sólo porque su oportuno biopic es tremendamente honesto y valiente, sino porque para contar cómo y de qué manera parió facebook un friki tan inteligente y soseras como Zuckerberg hay que tener talento. Mucho talento. El suficiente, al menos, para sacar el máximo jugo posible a un cúmulo de situaciones tan paradójicas como las que envuelven -o han envuelto, según la peli- la vida del multimillonario más joven del planeta Tierra. Porque, vamos, una cosa es que todo bicho viviente sepa que facebook se ha convertido en un fenómeno sociológico a escala mundial que ha cambiado sustancialmente la vida de muchos adictos al cibercotilleo, pero también hay que admitir que llevar a la pantalla la corta e insulsa vida de un cretino emocional tan repelente como éste sin que la peña la sobe a los diez minutos es porque detrás de todo ello hay un director con mucho cine en las venas. Y prueba de ello la tenemos en una peli que -pese a su considerable aportación de datos a nivel informático y/o legislativo- no llega a hacerse pesada en ningún momento y saca petróleo, literalmente, del proceso de gestación y desarrollo de la celebérrima red social de marras. Un proceso y una “biografía” que, como ya he dicho, bien pudiera haber sido un peñazo de mucho cuidado en manos de cualquier tuercebotas del montón. Bravo, Fincher. Tu peli me gusta.