“The mist” es de notable alto porque, monstruitos aparte, la peli de Darabont transmite con extraordinaria convicción la tensión y el pánico que padecen un heterogéneo conjunto de personas refugiadas en un supermercado de Maine ante el asedio de una enigmática amenaza exterior camuflada entre la niebla.

Ese pavor y las diferentes reacciones que irán adoptando todos y cada uno de los afectados constituyen, a mi entender, la mejor de las virtudes de este film. Partimos de la base que una buena peli de terror requiere de la consecución de un clima de angustia verosímil y eso, lamentablemente, es algo de lo que adolecen la mayoría de productos asociados a dicho género en los últimos veinte años. Por eso mismo celebro que Darabont no haya sustentado su peli en la infografía o en el gore y que haya preferido incidir con eficacia en el aspecto psicológico y social. Desesperación, desfallecimiento, instinto de supervivencia, canguelo, serenidad, fanatismo, valor... constituyen algunos de los atributos psicológicos de los personajes del film que, convenientemente zarandeados en esa perversa coctelera humana en la que se hallan, desatarán imprevisibles conflictos y fatídicos desenlaces.

Una peli bien resuelta, en suma, que hará las delicias de los adeptos a Stephen King y que repateará el hígado a todos aquellos recalcitrantes gafapastillas empeñados en negarle el pan y la sal al de Portland. Pese a todo, estoy convencido que algún día la historia lo resarcirá de todos estos agravios y el bueno de Stephen compartirá laureles junto a Poe, Eliot, Lovecraft y demás iconos de la literatura de terror. Y si no, tiempo al tiempo.