Comienza la escena. Un electrizante diálogo capta el interés desde la primera frase: es inteligente, divertido, ingenioso, si lo pensamos detenidamente tal vez no muy interesante pero es imposible desengancharse, nos ha convertido en adictos, impacientes por ver la siguiente réplica, a ver como acaba. No ha terminado la escena y se abre otro diálogo, en otro momento, en otro lugar, se vuelve al original, vuelve a saltar a un tercer escenario, de ahí al segundo, al tercero, al primero, se abre un cuarto frente, nos vamos al segundo, terminar el primero, al cuarto, no, espera, el primero no había terminado…

En otras manos, semejante vorágine conduciría casi con toda seguridad a una orgía de imágenes sin sentido o a un desconcertante collage de ideas o a un ejercicio de autolucimiento, y, en todo caso, a espectadores desquiciados, decepcionados y/o furiosos. Hace falta tener la magia creativa de Aaron Sorkin y el talento de David Fincher para transformar todo lo anterior en una armonía visual, interesante e inteligente como es esta “La Red Social”.

Dos trepidantes horas que se pasan volando y que con otro guionista hubiese sido un simple documental, con otro director un simple batiburrillo de historias y con otra historia una compleja extravagancia. Pero tenemos suerte, se han juntado los ingredientes y ha salido esta maravilla. ¿Las interpretaciones? Buenas, correctas, sobresaliente Eisenberg, normalito Timberlake, en general más vistosas que convincentes, pero integradas sin armar follón en una película a prueba de actores.

Como con cualquier obra de Aaron Sorkin, me siento más listo después de verla. Después de “El Ala Oeste de la Casa Blanca” quise ser congresista, después de “El presidente y Miss Wade” quise ser presidente de EEUU, después de “La guerra de Charlie Wilson” quise combatir al comunismo y ahora quiero crearme una cuenta en facebook. ¿Qué tiene este tío para motivarme siempre?