El díptico “Nymphomanic” debe ser contemplado como un todo, no tiene sentido verlo o valorarlo por partes, así que poco más se puede añadir a este Volumen 2 de lo que ya se contó en el Volumen 1. Von Trier continúa documentando las peripecias de Joe, la ninfómana del título, en una vida que la lleva a conocer toda clase de personajes de diferente catadura moral (generalmente mala) de los que va sacando experiencias vitales que no son más que la visión del director sobre la naturaleza humana.

Por simplificar, Trier (y es algo recurrente en su obra) considera que el género humano se divide entre gente mala y gente peor. Excepcionalmente surge algún alma cándida a la que Trier siempre coloca indefensa en medio de la manada para que experimente lo peor que puede dar de sí la humanidad. “Nymphomanic” va en ese sentido, pero sazonada con la dificultad añadida de que la protagonista es adicta al sexo, lo que le permite explorar en las raíces de esa maldad o, cuando menos, encontrar nuevas formas de ruindad y de cinismo. Por no hablar de que le da pie para meter pornografía (supongo que él lo llamará «contar las cosas como son, sin tergiversar la realidad») en unas vistosas escenas de gran calidad ténica y absoluta innecesariedad narrativa.

Nada cambia respecto a la primera parte. Trier ha construido un personaje de niño travieso, de azote de la doble moral, de justiciero provocador que sabe que tiene que corresponder a las expectativas puestas en él si quiere conservar ese status, por lo que da a la crítica profesional carnaza para sus reseñas y, al público en general, motivos para quererle u odiarle sin término medio. Y si alguien consigue abstrarse de ver gente en pelotas todo el rato y entrar a valorar sus reflexiones ético-sociales, pues mejor para él.

Cuesta seguir el hilo, pero la factura técnica es buena y algunos de sus puntos de vista son muy valientes (se esté o no de acuerdo) y dan que pensar.