Mientras el mozo, salía del juzgado tras confesar perjurio, y el asesinato de su amo, todo acordado por ella; él miro, la siguió por un momento mientras caminaba en derredor suyo. Ella, no voltio sus ojos a pesar de su amor. La mujer del milord, se quejaba de las apuestas éticas del comportamiento de su esposo, aunque este, afincado en el poder y el orgullo, nunca se bajo del trono de la perdición; y ella, la mujer del abogado vapuleado por su fracaso, le tomo la cara, y le dio ánimos de seguir en la lucha de la vida. El Proceso Paradine, (1947) es una bella obra, que declara: todas las vicisitudes del mundo, están hechas por una mujer. Es su amor, el que dirige el universo.