Almodóvar se recrea en su estilo, depurado y retorcido de sombría melancolía.
Cine dentro del cine, tristeza y contención, remordimientos y sensualidad disfrazada en un cuerpo maravilloso y ausente.
La historia es un regalo en géneros y sutilezas, un mar de sensaciones y algo decepcionante pese a la grandeza.
Pedro es un guionista inmenso y un maravilloso artista plástico, un feroz cazador de sentimientos, una apuesta segura para lágrimas y deseo. He sentido su amor por el cine, por la mujer, por la pérdida, por Rossellini, Fellini, Antonioni, por Romy schneider, por las escaleras, los celos, los vestidos rojos y los besos mortales, los amantes y los coches, las maletas y los vampiros.
No deja de ser una película difícil, arisca, hipnótica y elitista, pero también es cercana, comprensiva con sus desdichadas criaturas, con su eterna sensación de oscuridad.
Las películas han de acabarse a ciegas, o con los ojos abiertos de par en par, pero nunca con el corazón en el bolsillo, o la cabeza en otro sitio.

Pero este no es el caso, los abrazos no están rotos, sólo están esperando en una sala de montaje, escondidos entre viejas fotos rotas.