A un militar estadounidense, se le agina la “misión secreta” de matar a otro militar estadounidense, que se encuentra en otra “misión secreta”, en Camboya, creo, por el anodino motivo de que, aparentemente, se ha vuelto loco.

El arranque es bueno, engancha. Pero al poco tiempo, la historia se hace muy lenta con escenas redundantes.

Resulta pueril, la abundancia de remembranzas verbales (me parece que los protagonistas se la pasan comentando el pasado, horrorizándose por hechos pasados a través de sus pláticas repetitivas, no pocas veces absurdas, viéndose los unos a los otros, y parpadeando en la oscuridad, mientras un grillo hace cri cri). Así es que resulta tan desalentador, ese querer impresionar al espectador de modo tan forzado, desmotiva; es torpe, sin naturalidad, ni credibilidad, ni fluidez. Esto, y para colmo, dos o tres pésimas elecciones para su banda sonora; se escucha alguna pieza musical muy adolescente, comercial y de moda.

En un momento deja de ser el horror de la guerra, para volverse el horror del aburrimiento frente a una película que te quiere impresionar sin éxito. Me quedé dormida, y varias horas después la retomé, con bastante esfuerzo para encontrarle algo interesante.

¿Misticismo? Igual de posado y mercantil que el resto de la película. Oh que oscuridad, oh que inenarrable horror, oh dios que maldito es todo, oh que experiencia fílmica que marca mi alma. Pues no, para nada.

Lo único bueno que le vi, fue hasta el final, que muestra un poco mejor el inmenso dolor de la guerra. Un dolor que sobrepasa la imaginación. Pero hubiera sido mejor mostrarlo así desde mucho antes. Sin tanto preámbulo aburrido.

En fin, otra más de esas películas para personas que le tienen algún apego romántico a aquella época, y aquellas modas, y que no tienen la objetividad para admitirlo así.

Se encariñan. Si quieren apedrearme o excomulgarme, háganlo. Soy sincera.

En fin, esta es solo una opinión. Y espero que validen mi humilde crítica aunque no compartan mis puntos de vista.