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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
8
Cine negro. Drama. Thriller. Intriga Un antiguo deportista retirado, un estudiante de derecho y un delincuente de poca monta se unen para planear y perpetrar el robo de unas joyas transportadas en el furgón del correo expreso de Andalucía. (FILMAFFINITY)
8 de octubre de 2016
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
No creo exagerar si afirmo que El expreso de Andalucía es una de las películas del género negro más importantes que se han rodado en este país. No se trata ya de su meritoria caligrafía cinematográfica, con esa pulcra fotografía en B/N que saca un excelente partido de sus localizaciones en exteriores, como el Rastro madrileño y esas calles de barrios lumpen donde transcurre la acción. Se trata de un verdadero esfuerzo de Rovira Beleta para acercarse al noir estadounidense y zafarse de la presión de la censura, a pesar de que tuvo que insertar un comentario en off al principio del film. El realizador procura ser en todo momento neutral, casi un documentalista. Tres desgraciados se juntan para cometer un atraco en el tren del título: un ex jugador de frontón, a quien una lesión apartó para siempre de la práctica de dicho deporte, en el que había descollado, lo cual le permitió una vida desahogada (Jorge Mistral, chulesco y desabrido); un estudiante de derecho, apocado y cobarde (Vicente Parra, muy adecuado); y un delincuente de poca monta (Ignazio Bálsamo). En el camino de Andrade (Mistral) se cruzará Silvia, la femme fatal indispensable (Mara Berni, italiana; las putas no podían ser españolas), mediocre bailarina de cabaret amancebada con el corrupto Salinas (Carlos Casaravilla, un "malo" clásico de nuestro cine), la cual inclinará la balanza de la historia. Una vez perpetrado el robo, con el resultado de dos guardias muertos, y obtenido el botín, la suerte empieza a declinar...
El director se esfuerza por limar el tono moralizante que casi siempre impregnaba las muestras de cine policiaco nacional, toda vez que la policía española era la mejor y más eficaz del mundo, cómo no, y a pesar de que el final es el esperado, en ningún momento se impone el tono discursivo de púlpito eclesiástico, sino la plasmación de unos hechos que generan determinadas consecuencias. La interpretación es más que correcta tanto en actores principales como secundarios, lo cual acentúa el verismo de la historia, auténtico retrato de una época y unas gentes. Indispensable.
Eduardo
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