Lo mejor de esta película de Roland Emmerich es que no parece una película de Roland Emmerich, el temible perpetrador de engendros tan horripilantes como Stargate, Independence Day o El día de mañana. Se trata de una excelente recreación de la Inglaterra isabelina, con sus amoríos, traiciones, complots, intrigas y demás, haciendo hincapié en la tan discutida paternidad de las obras de Shakespeare y su rivalidad con Ben Jonson, dos egos de campeonato. Los autores proponen una teoría que tal vez carezca de enjundia histórica, pero no deja de tener su interés, la cual callaré piadosamente, aunque la película lo revele a temprana hora. Naturalmente, es en la interpretación, en la maravillosa dicción de los actores, donde residen los principales valores de Anonymous. No sólo Rhys Ifans y Vanessa Redgrave, maravillosa como siempre, nos ofrecen sendas actuaciones destacables, sino todo el elenco, que parece disfrutar con esa representación dentro de otra representación, con Derek Jacobi como maestro de ceremonias. Toda una sorpresa, teniendo en cuenta su autoría.