Un policía, pendiente de sentencia por supuesto homicidio de un sospechoso, ha sido destinado provisionalmente a recibir llamadas de emergencia nocturnas. La noche anterior a la resolución, una mujer angustiada llama a la comisaría y empieza una carrera contra reloj. Con prácticamente un solo actor (magnífico Jakob Cedergren), y como banda sonora las conversaciones que mantiene con la mujer, otras personas y algunos compañeros del cuerpo, Gustav Möller compone una muy prometedora ópera prima, y concentra en 82 angustiosos minutos la tesitura de un hombre que ha perdido todas las esperanzas de redención, hasta que en último momento, como alguien que se aferra a un clavo ardiendo, encuentra la postrer oportunidad. La voy a comparar con Buried, otro espléndido ejercicio de estilo, con el que Rodrigo Cortés nos apabulló en 2010. Mirad, está rodada con cuatro chavos, o cuatro coronas danesas, como prefiráis, y le da sopas con onda a todas esas basuras ultramegamiillonarias de superhéroes. No me comí las uñas porque me las había cortado el mismo día, pero me mantuvo al borde de la silla durante todo el intenso metraje. Con una banda sonora compuesta de conversaciones breves y cortantes, silencios ominosos, ruidos estremecedores, sugiriendo siempre más que mostrando, aunque fuera auditivamente, The Guilty es una cinta ejemplar por su laconía y economía de medios. Un actor, un teléfono, una cámara pegada al rostro del policía, un tipo inteligente detrás de la cámara, con un guión milimetrado. En estos tiempos, poco más se puede pedir. Una sorpresa en el desolado territorio de no man's land.