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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Drama Cuatro socios, fundadores de una exitosa empresa de diseño de aplicaciones tecnológicas, son pillados desviando fondos a un paraíso fiscal. Un mediador tratará de ayudarles a decidir a quién echarán la culpa del fraude: el que decidan deberá pasarse 7 años en la cárcel exculpando a los otros tres socios. (FILMAFFINITY)
2 de noviembre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al inicio, se fija un precio: 7 años.
Es la particular espada de Damocles que va a pender sobre la reunión de cuatro amigos, en apariencia muy diferentes, en el hondo fondo, muy similares.
Y entre todos ellos van a tener que decidir el que se queda para recibir el espadazo, mientras los demás le darán como mucho palmaditas en la espalda.

Ya les estamos conociendo, mucho antes de que esa espada amenace desde lo alto.
Luis, Carlos, Marcel y Vero se permiten un leve momento de distracción al principio, donde vemos cómo enfocan sus rutinas, y en definitiva, cómo viven su vida. Quizá porque tampoco hay que perder de vista que esta gente son personas tan normales como nosotros.
Es solo después cuando pasan a ser algo que no solemos ver tan a menudo: animales acorralados, peleándose por el último trozo de carne, que lucharán por él con todas sus armas físicas, dialécticas o carismáticas. Y el espectador no para de sorprenderse de que una amenaza tan corta en palabras pueda sacar tanta basura del cajón de atrás, pero sabe que, en su situación, no haría nada distinto.

Paco León describía esta película como: "una oportunidad en la que, por una vez, el peón puede hacer jaque al rey".
Una vez vista, sus palabras no es que sean sencilla descripción, es que son el núcleo de todo: en esta partida, los que empiezan como personas se van pelando en incisivos diálogos, hasta que solo quedan peones o reyes, todos con una idea clara de a dónde dirigir su propia particular partida. (Es gracioso que, en ese sentido, cuándo toca elegir ficha del ajedrez que les represente, ninguno coja el peón)
El problema es que tú, como espectador, no puedes evitar ver a dónde se debe dirigir todo, porque les estás conociendo y te creas tus ideas preconcebidas sobre a quién dejarías para recibir el espadazo. Es una emoción y un juicio tan miserable como humano, que impide que te pongas por encima de ellos.
Porque tú harías lo mismo. Salvarías el culo. Te las darías de noble para después retirar la mano. Olvidarías las confianzas para escribir tu propia agenda. Porque es lo que hacemos todos, queramos o no.

A través de un magistral trabajo de cámara, sutil en sus movimientos, descarnado en sus retratos, asistimos a la demolición de una amistad por la individualidad pura y dura.
Y si algo queda claro al final es que el hijoputa no nace, se acaba haciendo. O lo hacen, que es peor.
Charles
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