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España España · Madrid
Voto de Charles:
5
Thriller. Drama En el año 2005 dos jóvenes amigos, Efraim Diveroli y David Packouz, decidieron montar una empresa para vender armas. En poco tiempo comenzaron a ganar mucho dinero. Su mayor éxito fue conseguir un contrato de 300 millones de dólares con el gobierno de Estados Unidos para armar a las tropas aliadas del ejército norteamericano que en ese momento combatían en Afganistán. (FILMAFFINITY)
11 de septiembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra historia basada en un artículo periodístico.
Y, como no podía ser de otra manera, con el mismo interés que un artículo periodístico.
Lo lees, piensas "vaya, qué curioso" y a otra cosa.

'Juego de Armas', lejos de romper ese ciclo, le hace honores: renuncia a dejar huella alguna, y pasa del drama a la comedia en dos segundos, dejando sensaciones tan repentinas como fugaces.
David y Efraim descubren su particular fuente de dinero en el negocio de las armas, concretamente de los lotes pequeños que pueden asumir vendidos al Pentágono, y desde ahí todo pasa a ser un malabarismo entre lealtad amiguetil, responsabilidad familiar y ética personal.
David, lo que son las cosas, nunca ha tenido suerte en la vida y se ha tenido que conformar con ir tirando entre su empleo de masajista y pequeños negocios como la venta de sábanas egipcias a residencias de la tercera edad: la suya es la única historia que parece algo tridimensional, algo palpable, entre tanta pose para la galería o dramatismo de baratillo. No miento si digo que, al lado de Miles Teller, Jonah Hill parece una caricatura, y Ana de Armas bien podría ser una cartulina pintada.

Lo peor es que todo el tono "pose" viene del guión, que solo conoce dos modalidades: el "qué guay es esto" y el "que mal está esto, estamos financiando la guerra", sin matices entre ambas.
Quizás habría estado bien decidirse por uno de los dos, pero es imposible cuando pasamos de una escena en la que existe peligro real de acabar muertos y otra escena que, en un arranque de rock, decide que ese peligro ya ha pasado y lo que importa es el dinero, diversión y la fiesta.
No llega nada porque no se le da tiempo a que llegue. Es, sin más, lo mismo que ir leyendo línea tras línea el mismo reportaje que da título y tema a la película, solo que en versión filmada.

Este estilo particular funciona en los primeros momentos, cuando la historia sabe dónde pillarnos con la guardia baja, y de alguna manera imita el carácter de broma gigantesca que probablemente tenía la operación de los verdaderos David y Efraim.
Es ahí cuando se ve esa cara impensable de Norteamérica, demandando armas al mejor postor todo para llevar a sus jóvenes a morir al frente, y esos mismos jóvenes pueden volverse asquerosamente ricos porque no hay una mano reguladora en la autoproclamada "lucha contra el terror" (aunque se podría argumentar que a los jóvenes tampoco les quedan muchas más opciones para prosperar). Todo vale, en el campo de batalla o en los negocios, que se diría no están muy alejados uno del otro.
Por eso es algo triste ver como todo lo posterior se disuelve entre bromas de farra y coca a manos de Efraim, como si se hubieran dado cuenta de que ponerse muy serios no va a interesar a nadie, y es mejor que esto sea una comedia tontorrona a mayor gloria de los que siguen pensando que un mucho de dinero equivale a un mucho de barcos y putas.

Y sí, podría ser que esa fuera la intención: mostrar como Norteamérica funciona, gracias a sus maravillosas contradicciones, como una fiesta continua que sus responsables financian gracias al expolio sistemático de países antes enemigos, ahora aliados en otra lucha que no es la Guerra Fría.
Pero sus mejores momentos vienen de cuándo la fiesta es solo ruido de fondo, y una vida cualquiera es sesgada por los que controlan la mercancía, porque en el libro de cuentas no salía con beneficios. O cuando David alcanza a intuir el nivel del desastre en el que se han metido porque no sabe si se engaña para sobrevivir o engaña a otros para pisarles si llegara el caso.
Simples gotas, en un mar de intrascendencia que se olvida al poco de leerse, bastante malo es que encima se olvide después de dos horas que dura.
Charles
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